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Terremoto
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Ecuador sacudido por fuertes réplicas tras sismo; ONU pide ayuda a donantes

En los centros de acopio, los damnificados hacen fila para recibir agua, comida y artículos de aseo. Pero la gente sigue pidiendo ayuda en las carreteras con improvisados carteles.

PEDERNALES. Fuertes movimientos telúricos sacudieron a Ecuador, devastado por el terremoto del 16 de abril, que dejó casi 600 muertos y más de 8.000 heridos, en tanto la ONU lanzó este viernes un llamado de ayuda a los países donantes por 72,7 millones de dólares.

Temblores de entre 4 y 5,2 grados de magnitud fueron registrados la mañana de este viernes por el Instituto Geofísico de Ecuador (IG), horas después de otros de 6 y 6,1 grados sentidos la noche del jueves en las provincias de Manabí, Esmeraldas y Los Ríos (oeste), así como en las ciudades de Santo Domingo, Guayaquil y la capital Quito.

Las réplicas, que según el IG “pueden continuar por días, semanas, o incluso meses”, se suman a las más de 500 registradas desde el terremoto de 7,8 grados que golpeó al país el pasado sábado, considerado el peor desde 1979.

En la zona afectada, que abarca seis provincias costeras, no hubo en lo inmediato más daños ni víctimas, reportaron enviados de la AFP.

El sismo deja ya 588 muertos, 130 desaparecidos, 8.340 heridos, 25.931 personas sin hogar y casi 4.000 edificios destruidos o afectados, indicó el último balance oficial.

La Organización de las Naciones Unidos (ONU) hizo este viernes un llamado a los países donantes para recaudar 72,7 millones para asistir a 350.000 personas en Ecuador en los próximos tres meses, de los 720.000 millones que estiman necesitarán ayuda.

Las entidades humanitarias advierten que el país enfrenta grandes riesgos humanitarios, ante las miles de personas que quedaron sin hogar, sin disponer de agua potable y con peligro de contraer enfermedades.

El terremoto con epicentro en el balneario Pedernales, en la provincia de Manabí, unos 180 km al norte del puerto de Manta, ha dejado reducido a escombros apacibles zonas turísticas y es un duro golpe para este país dolarizado y petrolero, severamente azotado por la apreciación de la divisa estadounidense y por la caída de los precios del crudo.

El presidente Rafael Correa, que evaluó los daños en 3.000 millones de dólares - “tres puntos del PIB”- anunció el miércoles drásticas medidas económicas para hacer frente a una reconstrucción que, advirtió, será larga y costosa.

Con un alza del IVA de 12% a 14% durante un año y aportes salariales obligatorios, entre otras contribuciones, el gobierno prevé disponer de 1.000 millones de dólares complementarios para hacer frente a la crisis.

113 rescatados con vida

La labor de los socorristas, llegados de todo Ecuador y de Colombia, México, Venezuela, Chile, entre otros países, ha dado resultados alentadores: 113 personas fueron rescatadas con vida, informaron las autoridades.

Sin embargo, los rescatistas ya marcaban con cruces las casas destruidas. “En este momento ya estamos manejado cadáveres en proceso de putrefacción”, dijo a la AFP el comandante de los bomberos de Quito, Ever Arroyo, desde el destruido barrio de Tarqui, en Manta.

Desde Manta a Pedernales, muchos comercios en las zonas afectadas han cerrado por temor a saqueos, lo que hace más difícil encontrar alimentos y elementos de primera necesidad.

En los centros de acopio, los damnificados hacen fila para recibir agua, comida y artículos de aseo. Pero la gente sigue pidiendo ayuda en las carreteras con improvisados carteles. “No está llegando mucho”, comenta Carmen Correa.

En la arrasada localidad de Pedernales, donde llovió esta madrugada por primera vez desde la catástrofe, grandes charcos de agua se formaban por las alcantarillas taponadas con escombros. El servicio de electricidad volvía paulatinamente en el área, y también mejoraba la distribución de agua.

Sin embargo, muchos recogían lo poco que podían recuperar de sus casas semidestruidas decididos a abandonar el lugar, aunque las brechas en las carreteras, cada vez más profundas, dificultaban seriamente la circulación.

“Para qué me voy a quedar, si mi mujer se me murió y aquí yo no tengo nada que hacer”, dijo a la AFP con lágrimas en los ojos un albañil, desolado junto a las casas destruidas.

En la aldea de Tasaste, cerca de Pedernales, el sacerdote Iván Onofre buscaba consolar a los traumatizados damnificados mientras repartía vituallas con apoyo de militares.

“A la gente hay que meterle ánimo, decirle que podemos levantarnos, resurgir y que, por ejemplo, Pedernales puede llegar a ser una gran ciudad”, apuntó, consciente de que las constantes réplicas no han contribuido a tranquilizar a nadie.

“Las casas están inhabitables”, señaló por su parte Pablo Bazurto, un vecino del lugar. “Tenemos que recuperarnos de esto para seguir adelante”.

por Santiago PIEDRA SILVA

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