Cientos de haitianos permanecen varados en Tijuana acabado el sueño de Brasil
Desde enero hasta el 21 de septiembre el Instituto Nacional de Migración (INM) registró la entrada irregular de 7.800 haitianos.
MÉXICO. Un “embudo”, así es descrita estos días la ciudad mexicana de Tijuana, en la que cientos de migrantes haitianos permanecen varados a la espera de pasar la frontera hacia EE.UU. para buscar una nueva vida, una vez acabadas las oportunidades en la tierra que les dio acogida, Brasil.
Después del terremoto que asoló Haití en 2010, miles de personas encontraron en Brasil un refugio, cuando el Gobierno del país latinoamericano ofreció visados a los afectados por razones humanitarias.
El Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 dieron oportunidades para que muchos haitianos pudieran desempeñarse en el mundo de la construcción; otros, con un dominio básico del portugués, trabajaron en restaurantes o en la limpieza. Algunos de ellos tuvieron hijos durante su estancia.
Pero una vez que los eventos deportivos quedaron atrás y la crisis golpeó Brasil, los haitianos volvieron a toparse con el desempleo y el hambre.
Su mirada se dirigió a Estados Unidos, y ahora, a menos de una hora de su nuevo sueño, el viaje de muchos ha quedado estancado en Tijuana, en el noroccidental estado de Baja California.
Joseph permaneció tres años en Brasil y, tras un viaje por Latinoamérica con unos compañeros, llegó a México, donde lleva un mes. Espera a que llegue el 30 de septiembre, fecha en la que, si todo va bien, podrá pasar la frontera.
“Vine buscando la vida, a ver si voy a poder ayudar a mi padre, a mi madre”, dijo a Efe este haitiano defendiéndose en español, idioma en el que tiene conocimientos básicos, al igual que en portugués y en inglés.
Dice que escapó de Haití porque su familia es pobre y que además tiene cuatro hijos.
El registro en su albergue afirma que es del Congo, aunque no es cierto; decir ser originario del país africano es una estrategia que usa un alto porcentaje de los haitianos en México, porque piensan que así tendrán menos dificultades con las autoridades migratorias.
A finales de mayo se empezó a percibir este gran movimiento migratorio, señala a Efe la hermana Salomé Lima, del centro de acogida a migrantes Madre Assunta.
La situación se ha vuelto complicada en parte por los trámites con EE.UU, ya que antes se introducían diariamente 100 migrantes por Tijuana y ahora solo dan paso a 50 y a 40 más por Mexicali, capital de Baja California y donde no hay tanta acumulación de solicitantes, afirma la religiosa.
En agosto, las autoridades migratorias mexicanas reunieron a los haitianos varados en Tijuana y, en el permiso que les otorgaron previamente en su ingreso al país, “les pusieron un sello y la fecha en la que ellos se van a presentar en la garita” para ingresar a EE.UU.
Para llegar a esa fecha a algunos les ha tocado esperar durante semanas y además “no están dando sellos” a partir de esa reunión de agosto, por lo que “todos se van acumulando (...), no se ve que avance el flujo”, relata Lima.
Según el Instituto Nacional de Migración (INM), en Baja California permanecen al día de hoy 1.230 extranjeros, quienes han solicitado refugio y asilo a EE.UU. en los puentes fronterizos.
Desde enero hasta el 21 de septiembre el INM registró la entrada irregular de 7.800 haitianos, 3.753 asiáticos y 1.701 africanos, para un total de 13.254.
La mayoría de llegan por tierra a Tijuana, atravesando Perú, Ecuador, Colombia, Centroamérica y todo México. El camino es tan largo como costoso; los migrantes gastan de 3.000 a 5.000 dólares, algunos incluso 7.000 dólares.
“Hay quienes dicen que tienen una trayectoria difícil, han dejado la esposa en el camino, hay quien manifiesta que ha dejado al hermano, tragedias horribles”, relata Margarita Andonaegui, confundadora del Desayunador Padre Chava.
Como el resto de centros de acogida, el desayunador se ha visto sobrepasado por la afluencia de haitianos, aunque se mantiene con la solidaridad de los ciudadanos de Tijuana, quienes donan comida, ropa, medicamentos y productos de limpieza.
Actualmente, en el Padre Chava conviven 226 migrantes, la gran mayoría haitianos, cuando el recinto solo tiene un aforo de 88 personas.
Cuentan con sacos de dormir y colchonetas, porque las camas son insuficientes y hay migrantes que tienen que dormir en el suelo.
Las mujeres “están en dos tráileres con los niños y están en el piso (suelo), y al final el comedor se convierte en un dormitorio porque se tienden todos los que faltan”, explica Andonaegui.
“Todos los albergues están saturados”, coincide Lima, cuyo centro tiene capacidad para 44 personas, pero ha llegado a alojar a un centenar.
En lo que va de año, el Gobierno estadounidense ha permitido el paso de 5.000 haitianos, según el Departamento de Seguridad Nacional.
Sin embargo, el aumento significativo de migrantes durante los últimos meses ha hecho que las autoridades de EE.UU anunciaran, el pasado jueves, que reanudarán las deportaciones de haitianos indocumentados, porque considera que “la situación en Haití ha mejorado lo suficiente”.
Esto pone fin a la interrupción de las deportaciones que EE.UU. decretó después del terremoto de 2010 y siembra la incertidumbre entre los centros de acogida, que se preocupan por los efectos que puede llegar a tener esta decisión.
Isabel Reviejo