Punta Catalina: algunas precisiones

“Sujeto a las disposiciones establecidas en el presente Contrato De EPC, el Precio del Contrato excluye el pago de todo tipo de impuesto, tributo, tasa, contribución, licencia, arancel, derecho, así como de cualquier otro gravamen aplicable en la República Dominicana, cualquiera fuere su naturaleza, que grave o pudiese gravar las maquinarias, equipos, materiales e insumos que se utilicen directamente en la ejecución de las Obras, incluyendo las maquinarias, equipos, materiales e insumos adquiridos por el Contratista y/o Subcontratistas. (...)” Cláusula 12.1.3, del Contrato de Odebrecht con la CDEEE, abril 14, 2014

Un proyecto no puede ser justificado en base al daño que pudiera ocasionar a determinados sectores económicos, políticos o sociales de la nación. Parece que el gran mérito de Punta Catalina -de acuerdo con muchos de sus defensores- radica, precisamente, en las pérdidas millonarias que los generadores de electricidad sufrirán como consecuencia de su implementación. Es una justificación que trata de colocar el debate en el lugar equivocado, entronizándolo en el mundo de los sentimientos: nacionalistas versus anti nacionalistas; los héroes versus los villanos. Es posible que muchos estén honestamente convencidos de que las plantas a carbón son convenientes para el futuro de la industria eléctrica en nuestro país; pero, como de costumbre, hay que dejar espacios para las dudas. Decir que los generadores son los culpables es lo mismo que decir que políticos, motivados por sus propios intereses, permitieron contratos lesivos al interés nacional, pues fueron ellos quienes los aprobaron.

La discusión debió comenzar -supongo- por plantearse qué otras alternativas se tenían para aumentar en 720 MW la disponibilidad de electricidad para los consumidores, dentro de un sistema tan ineficiente que el 31% de la energía generada se pierde. Estas pérdidas son más o menos equivalentes a la capacidad que agregarían las plantas a carbón. En tal sentido, la instalación de dichas plantas implicará –automáticamente- que el 31% de su generación no llegará al consumidor registrado. De manera que aumentarán las pérdidas del sistema en unos 223 MW. Es decir que, dadas las actuales condiciones de transmisión y distribución, el 31% de la energía que producirán las plantas a carbón tendrá la vocación de convertirse en pérdidas financieras para el Estado Dominicano. ¿No hubiese sido más conveniente para los intereses nacionales un agresivo programa de inversión pública para solucionar primero las cuantiosas pérdidas que sufre el sistema eléctrico? ¿Tiene sentido hacer un inversión muy superior a los US$2,000 millones, cuando más de US$700 millones de esa inversión se convertirán en una inversión improductiva? Es el propio FMI el que ha planteado que los principales problemas del sector eléctrico son las pérdidas, la gobernanza y la política tarifaria.

Pero bien, las plantas a carbón forman parte de un designio superior ya en proceso de construcción y que deberá, de acuerdo con el contrato, ser completado en octubre del presente año. Sin embargo, las conjeturas o sospechas de que la obra está sobrevaluada solo han crecido con el tiempo; y, más aun, cuando la propia firma constructora ha admitido que implementó un sistema inteligentemente estructurado para sobornar a funcionarios de los gobiernos –aquí y en Latinoamérica- para lograr la adjudicación de importantes obras públicas. De forma que se debe probar que el proyecto de Punta Catalina es la excepción que confirma la regla. Es una tarea harto difícil, pues cuando se hacen los debidos ajustes –necesarios para comparar cosas iguales- a las ventajosas comparaciones que se hacen con plantas en otros países –incluyendo a Estados Unidos- el proyecto de Punta Catalina luce oneroso. Entre esos ajustes está el tratamiento impositivo. Para una inversión de USD 2,040 millones –como la de Punta Catalina- las exenciones impositivas contempladas en el contrato razonablemente pudieran superar el 20% de ese valor; es decir, más de USD 400 millones. Asimismo, los costos laborales juegan un importantísimo rol en la estructura de costos de un proyecto. Por ejemplo, empresas de USA se trasladaron a México para aprovechar que sus costos laborales mínimos eran siete veces más bajos. De la misma manera, los costos laborales en Punta Catalina son mucho más bajos que los costos laborales de una planta en USA. A estos ajustes habría que agregar un largo listado de otras fuentes de costos, como los del terreno, los financieros y los ambientales.

En particular, los costos ambientales, por el tratamiento publicitario que se les ha dado, parecería que están incluidos en el valor del contrato con Odebrecht. Pero no es así. En el literal c) del numeral 12.1.2 del contrato, se establece que el precio del contrato no incluye “La realización de estudios e implementación de medidas de protección, contención o remediación derivadas del posible impacto ambiental, (...).” No hay un dato público oficial de los costos ambientales, pero algunos estiman que pudieran estar en la proximidad de los USD 100 millones. De paso, la remediación ambiental planteada en Punta Catalina no resuelve el problema de la contaminación, pues algunos expertos estiman que los niveles máximos de contaminación permitida duplican los niveles permitidos en USA, y que las plantas no contemplan el tratamiento del óxido de nitrógeno (NOx), uno de sus contaminantes más dañinos. Como si esto fuera poco, la capacidad de almacenamiento de cenizas del proyecto solo permite acumularlas por un año. ¿Qué pasará después? ¿Irán al subsuelo? ¿Irán al mar? Durante la vida útil del proyecto se generarán millones de toneladas de ese material tóxico, con un impacto muy perjudicial sobre la salud de las comunidades cercanas, y mayores costos en los tratamientos médicos.

En fin, las plantas a carbón son un desafío a la lógica económica y ambiental. Sus costos, una vez terminadas, serán muy superiores a los US$ 2,040 millones que estipula el contrato. Y solo queda preguntarnos: ¿hubo sobrevaluación, incompetencia, o una mezcla de ambas? Saque usted sus propias conclusiones...

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