Una carta de Duarte a Félix María del Monte

Caracas, mayo 2 del 1865

Señor Don Félix María del Monte

Puerto Rico.

Mi muy querido amigo: tú muy apreciable, fecha 11 de abril próximo pasado, se encuentra en mi poder, y doy principio a su contestación refiriéndome al final de ella. Tienes razón y mucha en aconsejarme, cual lo hace, diciéndome: consérvate bueno, conserva tu cabeza, y tu corazón, tienes razón, repito, porque nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria. Contristan el corazón del bueno y pretenden trastornar el juicio del pueblo, con sus planes proditorios y liberticidas, para que este despedace a sus más fieles servidores y bañarse ellos, ¡infames!, en la sangre de las víctimas, gozándose en el infortunio de la Patria. Procuraré conservarme bueno, conservaré mi corazón y mi cabeza, sí, mi buen amigo, así lo aconsejan mis amigos, así lo exige el honor, así lo quiero yo, porque pienso que Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria Libre, independiente y triunfante.

Todo es providencial, dices; hay palabras que por las ideas que revelan llaman nuestra atención y atraen nuestras simpatías hacia los seres que las pronuncian, tú eres providencialista, sino me equivoco, y en esta inteligencia voy a explicarme: a la verdad, sentiría que no lo fueses, porque te amo, y los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas, orcopolitas (allá va esa expresión aventurada queriendo significar ciudadanos del infierno). Vamos a la correlación de las fechas.

Un 16 de julio empezó a contarse la Egira por los enemigos de la Cruz; el 16 de julio fue abatido en Lepanto1 el hijo de la Media Luna; un 16 de julio (el de 1838) fue descubierta, ahí en donde estás, la conspiración que habiendo estallado el 25 (como debía estallar) habría salvado al joven Sterling de la injusticia y violenta muerte a que le condenara el feroz López Baños2; y, ¿Quién le hubiera dicho a nuestra malhadado compatriota que en ese mismo día (16 de julio) del mismo año, quizá en la misma hora, se inauguraba en su patria la revolución que bajo el lema sacrosanto de Dios, Patria y libertad, República Dominicana, había de dar al traste con la administración Boyer, derrocar a Riviére y más tarde vengarle a el mismo de sus inicuos verdugos?

Todo es providencia y el crimen no prescribe ni queda jamás impune.

Un 12 de julio, el del 43, entró Riviére en Santo Domingo y los buenos patricios fueron encarcelados o perseguidos hasta el destierro por haber querido salvar a su Patria, y el 12 de julio del año entrante entró el orcopolita Santana y los patriotas fueron o encarcelados o lanzados a un destierro perpetuo por haber logrado salvar la patria y no haber querido venderla al extranjero; un 27 de febrero3 un hijo fiel salva a su madre a despecho del hijo ingrato, y el 27 de febrero del año siguiente el infame parricida arrastra al patíbulo a la virtud, a la inocencia misma como si hubiese querido castigar en el dominicano el arrojo de haberse proclamado independiente; un 19 de marzo triunfoó la cruz y los iscariotes (malos dominicanos), escribas y fariseos proclaman triunfador a Santana, y el 19 de marzo del año siguiente Satanás y los iscariotes arrojaron del suelo natal a una familia honrada y virtuosa solo por contarse en ella hijos dignos de la Patria, crimen imperdonable por el Iscariote; finalmente esta familia infeliz llega a La Guaira, el 25 de marzo de 1845, lugar de su destierro, y el 25 de marzo de 1864 salta en tierra en Montecristi el General Duarte sin odio y sin vergüenza en el corazón… ¿Qué más se quiere del patriota? ¿Se quiere que muera lejos de su patria, el que no pensó sino en rescatarla y con él sus deudos, sus amigos, sus compañeros, sus compatricios que no fueran bastante viles para humillarse y adorar el poder satánico que adueño de la situación hace más de veinte años dispone a su antojo del honor, de la vida, de las propiedades, de los mejores servidores de ese pueblo heroico hasta en el sufrimiento y tan digno de mejor suerte? Pues no, que escrito está: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán, hartos”; y el buen dominicano tiene hambre y sed de la justicia a largo tiempo, y si el mundo se la negare, Dios, que es la suma bondad, sabrá hacerla cumplida y no muy dilatado, y entonces ¡ay de los que tuvieron oídos para oír y no oyeron de los que tuvieron ojos para ver y no vieron la eternidad de nuestra idea!

Porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que ni hubieran querido oír ni ver jamás. Te suplico, por tus hijos y por la madre de tus hijos, no cierres tus oídos a mis palabras porque más de un triste llora su desventura por haberlas oído y no haberlas escuchado, y más de una víctima tropezó con el sepulcro. ¿Tienes amigos? (si es que en el destierro aún te ha quedado alguno), prepáralos porque los días se acercan, procura que no se descarríen, pues va a sonar la hora de anularse para siempre, la hora tremenda del juicio de Dios, y el Providencial no será vengativo, pero sí justiciero.

Los enemigos de la patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en estas ideas, destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar a la nación entera y cerrarnos las puertas de la patria, pues no somos más que unos ambiciosos que independizamos nuestro pueblo sólo por ambición y no tuvimos talento para hacer nuestra la riqueza ajena, mientras que ellos son los hombres honrados y virtuosos quienes han tenido la habilidad de hacerlo todo, hasta llamar al extranjero, muestra inequívoca de lo muy amados que serán por la justicia con que han procedido y precederán para con Dios y la patria y la libertad del dominicano; en lo que no están de acuerdo nuestros libertos es en lo del amo que quieren imponerle al pueblo, pues ya tú dices (y es cierto) que Benigno Rojas no es sino yanqui, y Báez que no es sino haitiano –galo-español, y Lavastida y Alfaus y Manueles (¿?) son yanquis; Báez dizque dice que Bobadilla no es sino Pandora, Melitón es todo, menos dominicano, dice José Portes que se halla en Saint Thomas, y añade a esto que siendo Senador, para que se callara la boca cuando la Anexión, Santana le regaló una casa. ¡Pobre patria! Si estos son los consultores, ¿Qué será lo consultado?

Esta situación, aunque no lo parezca, es violenta y no promete un desenlace tan suave o natural como lo esperan los necios que representan en esta comedia cuyos papeles se han repartido ellos mismos, habiendo quien está hecho cargo de dos y hasta de tres papeles, por si acaso, que a esto llaman tener previsión. Y mientras tanto se agita y bulle el malo, ¿qué hace el bueno? Se estará quedo... Sería un crimen del cual se nos podría acusar ante la Historia, a nosotros, repito, los individuos de la Sociedad Filantrópica. Felix, no hay reposo ya para nosotros sino en la tumba, y que pues el amor de la patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera, necesario es cumplirlos o renunciar a la idea aparecer ante el tribunal de la historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes.

Pero ya esta carta es muy larga y voy a concluirla sin haberte dicho nada de lo mucho que tenía pensado decirte. Mi familia toda saluda a Encarnación y agradecen los recuerdos deseando que se conserve buena y siempre dominicana. Mil cariños a los niñitos y mándame a decir cuánto tienes, como se llaman y su edad. Saludo de mi parte a Encarnación, me le darás un abrazo a Juan Evangelista Soler, mi buen amigo, y tu escribe y trabaja bastante, trabajemos quise decir, por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos. Sí, caro amigo, trabajemos, trabajemos sin descansar; no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos, pues nos condenaremos por cobardes a vivir sin Patria, que es lo mismo que vivir sin honor; aprovechemos el tiempo y cuenta siempre con la invariable amistad de tu socio el GL. J.P.D.

De

Apuntes de Rosa Duarte. Archivo y versos de Juan Pablo Duarte.

Esta carta del Patricio a Félix María del Monte es no solo un importante documento histórico, sino, al mismo tiempo, un formidable texto a través del cual podemos acceder a sus ideas sobre distintos temas, su forma de pensar y actuar, su excepcional dominio de la palabra y su capacidad para comunicar y mover a la acción. Es, de igual modo, una muestra del más puro patriotismo y del amor apasionado con que abrazó siempre la causa de la libertad de la República Dominicana.

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