Los prolongados calvarios de los presidentes salientes

SANTO DOMINGO. En el contexto de la política regional, el presidente que entrega el trono palaciego cae en la adversidad, en una especie de limbo marcado por la amargura, circunstancia casi siempre atizada por el sucesor y sus acólitos que hacen lo posible por borrar o distorsionar la marca de quien ha sido sustituido y pudiera retornar al poder.

En América Latina abundan los casos de mandatarios demonizados por sucesores y excorreligionarios. Muy recientes son los casos de Álvaro Uribe, en Colombia; de Rafael Correa, en Ecuador, y de la actual senadora argentina Cristina Fernández viuda Kirchner, contra quien pesa una orden de prisión por “traición a la patria”. El caso de Dilma Rousseff, de Brasil, fue patético, pues su vicepresidente Michel Temer, hoy mandatario, le preparó la debacle que la expulsó de la Presidencia.

En algunos casos son compañeros de partido o tendencias los que se encargan de socavar al gobernante anterior. Otros lances los originan adversarios de litorales distintos, que optan por construirse como líderes sobre las cenizas de quienes han sustituido. En muchas de esas situaciones se ha tratado de “matar al padre”, figura metafórica usada por Sigmund Freud que se refiere al proceso en que una persona “se libra” de la figura tutelar para volar sin competencia.

Aunque la historia registra otras situaciones similares que se dieron antes de la tiranía de Trujillo, en la República Dominicana sobresalen particularmente los “infiernos” de Joaquín Balaguer, Salvador Jorge Blanco, Hipólito Mejía y Leonel Fernández, figuras relevantes de las últimas décadas.

En las etapas postreras de sus mandatos, también el tirano Rafael Leónidas Trujillo y el presidente demócrata Antonio Guzmán sufrieron su Waterloo, aunque no llegaron a traspasar el mando. El primero fue acribillado el 30 de mayo de 1961, por viejos colaboradores, y Guzmán se suicidó en el Palacio Nacional, por motivos no aclarados todavía. Entonces, se ha escrito, se sentía atormentado porque Jorge Blanco, quien ganó las elecciones de 1982, habría tenido la intención de propiciar un enjuiciamiento por corrupción contra él o familiares.

En el libro “Guzmán, su vida, gobierno y suicidio”, el autor José Báez Guerrero expresa: “Aún después de asumir la Presidencia, Guzmán lucía empeñado en desterrar la vieja corrupción que pudría el gobierno dominicano”. Y agrega: “Pero para 1982, su propio gobierno lucía embarrado por la misma desgracia. Varios funcionarios de Guzmán fueron denunciados en la prensa como alegados corruptos”.

Balaguer desacreditado

Después de perder las cuestionadas elecciones del 16 mayo de 1978, ante Antonio Guzmán, luego de 12 años de gobierno represivo, y de ser presionado por fuerzas nacionales y extranjeras para que dejara el poder, Balaguer se retiró a su casona de la avenida Máximo Gómez, sufriendo un gran rechazo colectivo.

El gobernante, quien le ganó a Juan Bosch en las elecciones de 1966, tuvo que escuchar severas críticas que le hizo Guzmán en su toma de posesión. “Los dominicanos tuvieron entonces la oportunidad de presenciar cómo el Partido Reformista utilizó de una manera inescrupulosa todos los recursos del Estado en su afán de continuar al frente de la cosa pública”, dijo el mandatario perredeísta.

En su obra “Al borde del caos”, Miguel Guerrero señala que Balaguer debió “escuchar otras censuras de carácter moral desde el más elevado de los púlpitos políticos, al que sólo él había tenido acceso en los últimos doce años”.

En aquel momento, analistas políticos y rivales daban por hecho que el caudillo de Navarrete no volvería a gobernar el país, pues lo consideraban un cadáver político.

Con el estoicismo y la paciencia que lo caracterizaban, el autor de “Memorias de un cortesano en la Era de Trujillo” esperó que los ventarrones amainaran y que el tiempo obrara a su favor. Para sorpresa de muchos, tras los gobiernos de Guzmán y Jorge Blanco, ganó las elecciones de 1986 y rigió hasta el 1996.

El prestigio de Balaguer fue restaurado y un congreso nacional mayoritariamente perredeísta lo declaró en el 2003 “Padre de democracia dominicana”, pese a que durante sus doce años de gobiernos destacadas figuras del Partido Revolucionario Dominicano fueron encarceladas y otras tuvieron que exiliarse. El jefe de Estado terminó su vida convertido en el arquetipo del político exitoso.

El reformista, ya ciego y anciano, logró “reinventarse” y dejar atrás su perfil autoritario. Gobernó con un nuevo esquema, aunque no renunció a las triquiñuelas electorales. En 1994 tuvo que aceptar que se le recortara su período de gobierno por las irregularidades que se produjeron en sus últimos comicios.

Sin embargo, al facilitar el triunfo electoral del Partido de la Liberación Dominicana, liderado por su viejo rival, Juan Bosch, gracias a una inesperada alianza política que hizo posible la victoria de Leonel Fernández en 1996, Balaguer se marchó del Palacio Nacional, sin padecer escarnio ni vejaciones. Falleció en el 2002, como el gran patriarca de la política dominicana del siglo XX.

Martirio de Jorge Blanco

El jurista y político de Santiago de los Caballeros, Salvador Jorge Blanco, quien sustituyó en el solio a Guzmán, ha sido el único expresidente dominicano encarcelado.

Considerado en su época como un fenómeno político y catapultado por el movimiento Avanzada Electoral, obtuvo la victoria en las elecciones de 1982, en las que derrotó a Balaguer luego de enfrenarlo en una campaña electoral en las que utilizó las técnicas mercadológicas más modernas de entonces.

Al concluir su mandato, el político tenía la popularidad resquebrajada, a causa de los efectos de la poblada de abril de 1984, por el alza de precios de los artículos de primera necesidad, y una deficiente gestión gubernamental, que incluyó un plan de ajustes acordado con el Fondo Monetario Internacional.

Después de salir del poder, Jorge Blanco fue más afectado, debido a su enjuiciamiento por corrupción, junto a un grupo de excolaboradores, en un proceso azuzado por Balaguer. Entonces, fue acusado de desfalcar al Estado a través de compras sobrevaluadas realizadas por las Fuerzas Armadas, ascendentes a más de 25 millones de pesos.

El expresidente fue condenado en 1988 a 20 años de prisión y al pago de 103 millones de pesos. Dos meses después se le concedió prisión domiciliaria. Luego de un largo viacrucis judicial, en 2001, en el gobierno de Hipólito Mejía, la Suprema Corte de Justicia anuló la sentencia. No obstante, el político no logró la reconstruir su imagen. Falleció en Santo Domingo, a los 84 años, el 26 de diciembre de 2010.

Primer viacrucis de Fernández

Tras su primer gobierno, de 1996 al 2000, signado por políticas modernizadoras, Leonel Fernández entregó “la silla” a su antagonista Hipólito Mejía, en cuya gestión probó la pesadumbre, debido a que fue interrogado por casos de corrupción, aunque no fue imputado.

No obstante, lo atormentaron las persecuciones judiciales contra exfuncionarios de su régimen, las cuales comenzaron antes de que se cumplieran los primeros 100 días de la gestión de Mejía.

Detuvieron entonces a su estrecho colaborador Félix Bautista y a tres contratistas acusados de sobrevaluar en 50 millones de pesos la carretera San Juan de la Maguana-Vallejuelo. Casi cuatro años después, los exfuncionarios fueron descargados.

También fue sometido a la Justicia y encarcelado otro grupo de exfuncionarios peledeístas, acusados de asociación de malhechores, estafa, desfalco, falsedad en escritura pública, prevaricación y robo, en relación con el sonado caso PEME. Se les acusó de haber distraído mil 458 millones de pesos y fueron apresados Luis Incháusti, Grecia Peguero, Diandino Peña, Simón Lizardo Mézquita, Haivanjoe Ng Cortiñas, Noé Camacho Ovalle y Antonio López Mata. |

Amarguras de Mejía

Después de gobernar cuatro años, en el 2004, y luego de enfrentar una severa crisis económica que conllevó una devaluación del peso dominicano sin precedentes y alzas de precios, Mejía entregó el solio en condiciones difíciles, tras fracasar en un intento por reelegirse.

Llegando a los 100 días del nuevo gobierno de Fernández, un grupo de perredeístas fue apresado y sometido a la Justicia por malversación de fondos en el Plan Renove, por más de mil millones de pesos.

Mejía fue convocado para ser interrogado sobre supuestos vínculos con el acusado de narcotráfico Quirino Paulino Castillo, pero la citación fue suspendida. Se especuló que la revocación de la cita fue decidida por Fernández, quien de esa forma le habría devuelto el favor de impedir su encausamiento.

Segundo viacrucis de Fernández

Por ser prolongado e intenso, el viacrucis presente en la opinión pública es el vivido en los últimos años por el expresidente Fernández, después de que fuera sustituido por su compañero de partido Danilo Medina el 16 de agosto del 2012.

Una vez entregó la poltrona, con una alta popularidad, la imagen del expresidente comenzó a ser “demolida” mediante declaraciones, emanadas de altos funcionarios del gobierno sucesor que lo acusaron de haber dejado a la administración de Medina un déficit cuasi fiscal superior a RD$101,900 millones. Además, socavaron su imagen las protestas escenificadas en su contra, en el país y el exterior, por alegados vínculos con la corrupción.

Las embestidas alcanzaron el cenit cuando Fernández fue señalado en el 2015 por el exconvicto por narcotráfico Quirino Paulino Castillo, porque habría recibido fondos millonarios para Funglode y la campaña electoral del 2002 al 2014.

Paulino Castillo fue extraditado a los Estados Unidos en el 2005 por el gobierno de Fernández, mediante el decreto 103-05, pero la revelación que hizo en la campaña electoral melló las intenciones del político de retornar al poder, que sí retuvo Medina, tras lograr una modificación a la Constitución.

La afirmación del expresidiario, quien fue acusado de traficar con 1,387 kilos de cocaína, no tuvo consecuencias legales y terminó diluyéndose, pero en el momento causó un impacto devastador en las aspiraciones de Fernández. A la sazón, circularon versiones de que “el montaje” contra el político se originó en la cúpula gubernamental.

Las tensiones mantenidas entre sectores leonelistas y danilistas, quienes en la actualidad se disputan el control del Estado, auguran que el suplicio del exmandatario podría perdurar a menos que consiga acrecentar su popularidad, concitar el respaldo de sectores económicos influyentes, subsanar las diferencias internas en su partido y convertirse en una real opción para Presidencia de la República.

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