De Odebrecht a Las Agüitas, una comunidad que se quema en la sequía
Hace dos años no llueve y el acueducto se dañó al poco tiempo de inaugurado
Las Agüitas está seca. Hace casi dos años que la lluvia solo hace amagos, pero no se precipita sobre esta comunidad situada en las áridas tierras de la fronteriza provincia Montecristi, en la costa Noroeste de República Dominicana.
La sequía desvanece las esperanzas de los hombres y mujeres que tenían en la crianza de animales y el conuquismo su único sustento, ahora perdido bajo un resplandor que quema los sembradíos y mata el ganado.
Entre los campesinos de esta pequeña comunidad de la zona costera del municipio Villa Vásquez la sed se acrecienta con el fracaso de un acueducto que los deja a merced de la caridad del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (Inapa), dependencia que trae agua en camiones cisternas una o dos veces al mes y abre un pequeño respiro a las familias que se ven obligadas a gastar altas sumas de dinero para pagar el servicio a particulares.
En menos de dos años, Las Agüitas y otras 12 comunidades costeras de Villa Vásquez que se beneficiaban del acueducto, pasaron del festejo de la inauguración en 2010, al lamento por de la falta de agua. La calidad de los materiales usados para la obra no resistió el flujo del líquido ni las condiciones del terreno y se rompieron las tuberías.
Con un nuevo acueducto que construye, a un costo de casi RD$100 millones, el Gobierno busca ahora reponer las fallas de la ambiciosa obra denominada “Ampliación Acueducto Línea Noroeste Extensión Los Uveros, La Baitoa, Las Agüitas, El Charcazo, El Manantial, Playa Buen Hombre, Los Limones, Copey, El Guayo, El Callán, Sabana Cruz, Puerto Rico”, un proyecto que coincide en tiempo y nombre con la obra que para esos años ejecutó el consorcio conformado por la constructora brasileña Odebrecht y socios locales, pero que habría sido excluido por razones de costos.
La sequía
Sobre el muro de una laguna, José Yovanny Molina muestra el lecho agrietado y recién dragado de la “Presa de Luciano”, principal fuente de agua para las alrededor de 150 familias que viven en Las Agüitas. “Esto nunca se había visto así, a veces bajaba mucho, pero nunca se secaba así... seca, seca como está ahora, no se había visto antes”.
Vea una panorámica 360 del lugar en el siguiente video:
La provincia Montecristi, como otras de la Línea Noroeste, está afectada desde mediados del año pasado por una sequía meteorológica que ha dejado grandes pérdidas en la zona y que obligaron al uso racionalizado del agua en gran parte del país. De enero a mayo pasado, acumulaba lluvias por 63 milímetros, mientras provincias como Santo Domingo o Santiago tienen niveles de 195 y 280 milímetros en igual período.
La Oficina Nacional de Meteorología (Onamet) atribuye la escasez de lluvia a El Niño, pero señala que, desde mediados de este año, el fenómeno meteorológico se ha debilitado y se registran aguaceros esporádicos en varias partes del país que han mejorado la situación.
Pero la entidad advierte que en el 93% de las estaciones meteorológicas estudiadas se mantiene algún grado de sequía, sobre todo en las del sur, norte y noroeste, que arrastran déficits pluviométricos.
La sequía causa estragos en varios países. En abril de este año, la FAO publicó, basado en datos de distintos gobiernos, que en el Corredor Seco Centroamericano 2.2 millones de personas han sufrido pérdidas de cosechas, sobre todo por la sequía. De esa cantidad, al menos 1.4 millones requieren asistencia alimentaria.
La FAO define el Corredor Seco como una extensión de más de 1,600 kilómetros de largo paralela al Pacífico, que va desde Chiapas, en México, hasta Panamá, e incluye a Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
Para los moradores de Las Agüitas ésta es la peor sequía que han tenido desde hace 60 años.
Sentado en un sillón bajo una terraza techada de cana, Luciano Molina recuerda que la presa que lleva su nombre se construyó en 1979 como reserva de agua que sirviera de abrevadero a los animales para la crianza y la labranza. El agua de consumo humano se buscaba en mulos o a caballos en alguna de las tantas lagunas que guardaban las lluvias que caía en aquellos años, cuando todavía el nombre de Las Agüitas se justificaba en los constantes pozos que, a pico y pala, hacían por doquier.
Una de esas lagunas era la de “Lila”, que hoy, como la presa y otros tantos reservorios, luce seca, guardando en su fondo los troncos secos de una vegetación que rememora años de humedad.
Luciano, que fue alcalde pedáneo de la comunidad durante varios años, recuerda que en la década de 1970 llovía cada ocho o diez días en épocas de invierno, y los productores podían planificar sus siembras.
Pero los tiempos cambiaron. “La gente empezó a tumbar (bosque) para hacer conucos y sembrar víveres y tabaco, y cada vez llueve menos”, dice el señor de 80 años de edad.
La merma de las lluvias detonó una estampida que sufrió la comunidad a mediados de la década de 1980. Desesperados, muchos comunitarios optaron por irse en viajes en yolas a la vecina isla Puerto Rico y, a medida que se establecían en el extranjero, sacaron a sus familiares de Las Agüitas.
Algunos moradores, como Luciano o Nicolás Pichardo, vieron partir a sus hijos pero no abandonaron sus tierras, aferrados a los pequeños cultivos de maíz, cebolla, yuca o tabaco que, de año en año, lograban producir.
“Lo último que se estaba sembrando era tabaco porque aguanta más `la seca´, pero este año nadie ha podido cosechar nada”, se queja Luciano.
Nicolás Pichardo se expresa convencido que la sequía que padecen las comunidades costeras ahora es consecuencia de los ovejos que empezaron a pastorear, sin delimitaciones de fincas, a partir de la década de 1990. “Mi abuelo me lo decía, que donde hay ovejos se seca to´”, sentencia el señor de 82 años.
A la fecha, el conuquismo y la crianza, están casi acabados por una racha de casi dos años sin lluvias.
Vacas aplastadas
Yovanny es uno de los hijos de Luciano que, luego de varios viajes fallidos hacia el extranjero, optó por quedarse en Las Agüitas a cuidar el ganado y las tierras de la familia. Su finca de casi 600 tareas que sembraba de pasto para dar de comer al ganado, hoy parece un desierto donde no crecen más que algunas plantas de tuatúa (Jatropha gossypiifolia), una especie silvestre típica del bosque seco.
“Todo eso era yerba de corte”, dice, mientras camina hacia un extremo para mostrar el cadáver de una de sus reses.
De 240 cabezas de ganado que le proporcionaban entre 100 y 150 litros de leche al día, apenas le quedan unas 20. Calcula que 60 reses adultas y 40 crías se aplastaron cansadas y murieron por la falta de agua y alimento. Otras tuvo que venderlas literalmente “a precio de vaca muerta”.
“Una vaca de esas cuesta unos RD$65,000, pero la vendíamos hasta en RD$14,000 para aprovechar algo”. Entre chivos y ovejos se le murieron más de 100.
Al ganado que todavía se mantiene en pie tiene que comprarle diariamente comida y agua, cosa que puede hacer gracias a las remesas que sus hermanos, residentes en Estados Unidos, envían a la familia.
Cada saco de alimento, casi siempre afrecho, cuesta unos RD$600. Un animal adulto requiere mínimo de dos sacos para una buena alimentación diaria, pero Yovanny le controla la comida a uno para poder mantenerse.
También requieren unos dos camiones de agua cada semana que le cuestan alrededor de RD$3,000 cada uno. En su finca, y gracias a un programa que iniciaron con el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi), perforaron dos pozos tubulares para extraer el agua del subsuelo, pero la fuente ya se agotó y hace casi un año que no sale nada al succionar.
Como Yovanny, muchos ganaderos de la provincia y de toda la Línea Noroeste, han sufrido grandes pérdidas.
Blanco Peralta, presidente de la Federación de Ganaderos del Noroeste (Fedegano), recuerda que un levantamiento en la zona realizado en abril pasado arrojó que unas 9,000 reses murieron en la Línea Noroeste entre la última mitad de 2018 y los primeros meses de 2019. Al menos el 40% murió en Montecristi.
De una producción de más de 3,000 litros de leche que colectaban cada día, la producción actual es de apenas 300, situación que mantiene en riesgo de cierre a varios centros de acopio, según Peralta.
“La sequía sigue golpeando la zona. Las lluvias son esporádicas, no hay agua para darle de beber a las vacas”, comenta el presidente de la entidad ganadera, quien se queja de que, aunque el Gobierno anunció en la prensa que perforaría pozos tubulares para los parceleros, los pocos que hizo no favorecieron al sector.
Dice que políticos de las zonas a las que se enviaron los equipos se apoderaron de ellos para hacer los pozos en sus propiedades.
Martínez Cruz habla en pasado de la Asociación de Ganaderos Unidos y Progreso que funcionaba en Las Agüitas y de la que él es el secretario general. “El ganado ha desaparecido por la sequía. Los que todavía tienen algunos animalitos son los que reciben remesas pero el que no recibe nada, no tiene con qué mantenerlos”.
A finales del año pasado hicieron un levantamiento y habían muerto alrededor de 600 reses en la comunidad.
En la asociación había unos 17 socios que sembraban más de 1000 tareas de yuca, batata, cebolla y tabaco, además del pasto para el ganado. “Pero estamos a expensas de la lluvia y tuvimos que dejar de sembrar, dice Cruz.
Martínez recuerda que en 2009, durante la gestión del Héctor Rodríguez Pimentel, el Indrhi inició un proyecto para instalar 17 pozos tubulares con bombas sumergibles en las fincas de los ganaderos, pero nunca funcionó.
“En varias parcelas se hicieron pozos, uno por cada ganadero, pero las bombas no llegaron. Además había que tener electricidad para que funcionaran y tampoco se puso”, recuerda.
A Martínez le quedan 60 de más de 100 reses que tenía. Las otras 40 murieron o él las vendía antes de que se aplastaran.
Francisco Rivas Tatis, otro agricultor, cuenta que de 26 vacas que tenía, ahora le quedan 12 y “es cargándoles agua para sostenerlas”.
Aunque en junio pasado la Dirección General de Desarrollo Fronterizo anunció la construcción de más de 50 pozos tubulares en la zona costera, que impactarían a los productores agropecuarios y ganaderos de las comunidades El Copey, Sabana Cruz, Buen Hombre y Los Limones, a Las Agüitas ese programa no ha llegado.
“El día Cero”
Entre las tantas ocupaciones diarias, Zaida Santana tiene poco tiempo para pensar en el caso Odebrecht, ese por el que funcionarios, políticos y empresarios dominicanos son investigados en relación con el soborno de US$92 millones que confesó pagó la empresa en el país para lograr contratos de obras públicas.
Zaida debe hacer los quehaceres del hogar, velar por sus dos niñas y una sobrina menores de siete años, atender un colmado y una banca de lotería que funciona en la parte frontal de su vivienda, además de cuidar al abuelo de su esposo que yace en una cama, ciego y muy enfermo.
Tampoco ha escuchado hablar del Día Cero, como se llamó en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, al 21 de abril de 2018, fecha en la que se calculó que sus residentes tendrían mayor dificultada para recibir el servicio de agua en sus casas a través de grifos particulares. El aprovisionamiento en lugares públicos y en cantidades limitadas se impone ante la escasez.
Lo único que sabe es que el acueducto que llevó agua por primera vez a la comunidad en 2010, dejó de funcionar al año siguiente “porque las tuberías que usaron no sirvieron”.
El afán diario de Zaida es cumplir sus tareas y economizar el agua que tiene acumulada en un aljibe en el patio. “Uno tiene que lavar, fregar, bañarse, cocinar... imagínese que uno tiene un hombre enfermo y hay que lavarle las sábanas todos los días... el agua no le alcanza”.
Zaida vive en El Manantial, una comunidad continúa a Las Agüitas, a donde los camiones de reparto de agua del Inapa llegan cada mes, según su testimonio.
Un camión al mes no le es suficiente y en ocasiones se le acaba el líquido. Entonces tiene que salir hasta Botoncillo, a 21 kilómetros de su casa (y 25 minutos de una carretera empedrada), para comprar otro camión de agua.
En la casa de Zaida hay transporte privado en el que pueden trasladarse: una camioneta en la que su esposo, Wellington David Jiménez, se gana la vida buscando alimentos para animales ante la imposibilidad de cultivar sus tierras por la sequía.
Los residentes de El Manantial o Las Agüitas que no tienen vehículos propios, deben aprovechar el único medio privado que da servicio de transporte una vez al día. Un automóvil que sale para Villa Vásquez a las 7:00 de la mañana y parte de regreso a las 11:00, con apenas cinco asientos disponibles.
Odebrecht
En una ficha que realizó el Inapa se denomina el acueducto de llevaba el agua a Las Agüitas como “Ampliación Acueducto Línea Noroeste Extensión Los Uveros, La Baitoa, Las Agüitas, El Charcazo, El Manantial, Playa Buen Hombre, Los Limones, Copey, El Guayo, El Callán, Sabana Cruz Puerto Rico, L”. Marca el 18 de junio de 2007 como el día de inicio del proyecto y el 15 de noviembre de 2010 como fecha de terminación de la obra que tuvo un costo de RD$53,900,893.
La Ampliación del Acueducto de la Línea Noroeste fue una de las 17 obras que ejecutó la constructora brasileña Odebrecht en el país.
El contrato firmado el 26 de enero de 2005 entre el Estado dominicano y el Consorcio Ampliación Acueducto Noroeste, conformado por la Constructora Norberto Odebrecht S.A., y la Constructora Andrade Gutiérrez S.A., tuvo un costo inicial de US$79.8 millones.
El monto cubría “los trabajos de obra civil e hidráulicas”, así como “el suministro de materiales y equipos a ser aplicados”.
El alcance de obra abarcaba las redes de distribución, primarias y secundarias, conformada por tuberías de hierro dúctil y pvc para las ciudades Mao, Valverde, Esperanza, Navarrete, Montecristi, Pepillo Salcedo, Dajabón, Villa Vásquez y Guayubín. También los tanques de distribución con sus aductoras de hierro dúctil en las localidades Jaibón, Villa Elisa, Villa Sinda, Villa Vázquez, Pueblo Nuevo, Cana Chapetón y Santa María.
El 9 de junio de 2005 (cinco meses después) se firmó una adenda a dicho contrato, sumándose a la ejecución de la obra la empresa Proyectos e Inversiones Jomasami S.A. El monto de la obra subió a US$89.9 millones y en el detalle de tanques de distribución se sumaron las ciudades Mao, Esperanza, Navarrete, Montecristi y Dajabón.
En entrevista con Diario Libre, el actual director de Inapa, Horacio Mazara, asegura que el proyecto “Ampliación Acueducto Línea Noroeste Extensión Los Uveros, La Baitoa, Las Agüitas...”, se excluyó del contrato de Odebrecht por un tema de costo, toda vez que conllevaba un sistema energético y mantenimiento que elevan el precio de su construcción.
El director de Ingeniería de Inapa, Leonardo Pérez, que acompañó a Mazara en la entrevista, explica que aunque ese acueducto se contempló en el estudio de factibilidad y diseño de la segunda etapa de la obra que construyó Odebrecht, no se incluyó en la parte de ejecución.
“Después de la segunda etapa (de la obra de Odebrecht), Inapa, a través de contratistas internos, hizo varias ampliaciones de redes y uno de esos proyectos fue el acueducto Los Limones, con contratistas internos y dominicanos”, afirma Pérez.
Diario Libre le solicitó el contrato de esa obra y los nombres de las compañías participantes, documentos que pidió también vía la oficina de Libre Acceso a la Información y del Departamento de Comunicaciones pero en más de tres semanas no han respondido a dicha solicitud, aunque sí ofrecieron datos de la nueva obra que ejecutan.
¿Tuberías viejas?
“Eso nunca funcionó. El agua llegaba ´un chin` un día y luego no más”, comenta David Jiménez, residente de El Manantial.
Ese criterio lo comparte Martínez Cruz Molina que afirma que “el acueducto se dañó porque los tubos que usaron fue de la Granada Company”, la otrora compañía bananera que en 1946 se instaló en la provincia Montecristi para producir banano.
Cruz Molina recuerda una ocasión en que, como secretario de la Asociación de Ganaderos, visitó los viejos almacenes del sistema de agua de la Grenada Company en busca de unos tubos para hacer pozos en los terrenos de algunos de los asociados. “Uno de los ingenieros que estaban en eso me dijo: ´cuidado con esos tubos` que son para el acueducto de La Costa”.
Héctor Bautista, funcionario del Inapa, explica que, si bien se usaron los tubos viejos de la Grenada, fue luego de inaugurada la obra, en un intento de resolver las fugas que se presentaban.
Él era el encargado de distribución del agua en esa época, y a diario -cuenta- le tocó lidiar con las quejas de las comunidades por la falta de suministro o bien con las averías que eran frecuentes. “La tubería que usaron para conducción fueron las mismas de distribución y cuando un pueblo estaba detrás de otro, se le generaba problemas al de atrás, el agua no le llegaba”.
Otro problema era que -cita- la tubería principal, que lleva el agua desde Hato del Medio a la comunidad de Los Limones, donde se encuentra el tanque de bombeo, era de hierro y subterránea en varios tramos y el salitre la destruyó.
“Parece que no hicieron los estudios de suelo para saber el tipo de material que iban a usar”, comenta Bautista.
“¡Se hacían unos piches! Hacíamos las excavaciones, se soldaba el piche, se ponía a funcionar el acueducto y al momento todo estaba roto. Nosotros corregíamos 10 y 15 averías y cuando liberábamos el agua, aparecían 20. Fue un fracaso”.
“Eran tubos oxidados, viejos”, dice Ramón Rodríguez encima del burro que lo transporta hasta su conuco, en la comunidad Los Limones. Recuerda que cuando instalaban la tubería de hierro, todos se veían amarillos del óxido, pero era la primera vez que tendrían el servicio de agua potable y en la comunidad lo que había era alegría.
El director del Inapa atribuye la falla del acueducto a que el espesor de las tuberías que usaron aquella ocasión no fue el correcto, pero afirma que para la obra que ejecutan en la actualidad se seleccionaron tuberías de hierro dúctil de la mejor calidad del mercado y que soporten la corrosión.
El nuevo proyecto “Reposición línea de impulsión Ø12” y colocación de línea de conducción Acueducto Línea Noroeste extensión Los Limones-El Copey, provincia Montecristi” es parte de un trío de acueductos que en abril pasado anunció el Gobierno para la Línea Noroeste. Mazara asegura que la obra se ejecuta a buen ritmo y que cuenta con los fondos requeridos asignados. El costo es de RD$97,278,529.19.
En las zonas de influencia de la obra, la comunidad se impacienta. Ahora que la falta de agua le mata la cosecha y el ganado (de 15 cabezas, murieron 8 becerros y 4 vacas), Ramón Rodríguez piensa hasta mudarse del lugar donde nació y creció. “La cosa está fea, fea. Si no ponen el acueducto pronto o no llueve, tendremos que dejar el lugar”.
(El mapa muestra el alcance de acueducto Los Limones que en la actualidad ejecuta el Gobierno a través del Inapa)
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