El retrato de un genio llamado Cherito
“Hoy, todos los recuerdos que alcanzan a pasar por mi cabeza me remueven, tocan la fibra más profunda de mí con gran nostalgia”, escribe Wilfrido Vargas
La improvisación hace parte de mí, es una de las habilidades que muchas veces me ha sabido acompañar, pero hoy, cuando mi sobrino del alma, Cherito Jiménez, ha partido de este espacio terrenal, reconozco que me cuesta hacerlo porque los sentimientos me rebasan, me siento desbordado. Sé que es inevitable, pero eso no lo hace menos difícil.
Miro atrás y pienso que de tal palo tal astilla. Al igual que me pasó con su padre, la amplitud de su ser me abrazó desde el primer momento en que tuvimos oportunidad de compartir la magia de la música. En Cherito veo a Chery, su padre. Los padres damos la vida por nuestros hijos. ¿Quién hubiera pensado que el niño se iría primero? Esto me ha dejado un vacío muy hondo.
En medio de la tristeza, quisiera enviarle el mejor de mis sentimientos a mi hermano. Chery fue una guía fundamental en un momento importante de mi vida. Con él improvisé y toqué canciones de Herb Alpert & The Tijuana Brass, hace ya unas cuantas décadas, cuando me acogió y me invitó a formar parte de su agrupación en Santo Domingo. Ese fue el inicio de una amistad a la que le estaré por siempre agradecido.
Le debo muchísimo a todo lo que nació de aquellos encuentros. Sobre todo, al orgullo de ver crecer, como ser humano y creador, a esa magnífica persona que fue Cherito.
Hoy, todos los recuerdos que alcanzan a pasar por mi cabeza me remueven, tocan la fibra más profunda de mí con gran nostalgia.
Me siento honrado de haber tenido el honor y la dicha de conocerle y de haber estado a su lado. Cherito era formal, serio, decente, puro, tierno. Para mí, además, era el rey de la vanguardia musical académica y electrónica. En Nueva York fui su alumno. Él era mi productor y también mi profesor de manejo de secuenciadores, la herramienta principal de composición, programación y control sobre los equipos de instrumentación electrónica.
Mi adorado sobrino, te vas dejando luto y dolor en la sociedad dominicana, en nuestra familia y en mí. Para el país fuiste popularmente un ídolo por tu hermosa voz y tu música imperecedera. En mi caso, representaste mucho más que eso, fuiste un genio con todas sus letras. Buenos años de mi trayectoria artística quedaron marcados con tus genialidades.
Desde muy pequeño te vi en el piano, entre acordes y acordes; y le decía a Chery: “Prepárate, ese es el que te va a sustituir”. Llévate al cielo todo el esplendor de tu ser y sigue, desde allí, brindándonos tu luz.
Mi admiración por ti será eterna. Quisiera rendirte un homenaje póstumo, repetir las palabras que quedaron plasmadas en mi libro cuando hablé de ti. “En verdad, no he conocido otro músico que cuente con las herramientas de un joven que ha sabido abrirse camino haciendo lo que le entusiasma, gracias a su enorme talento. Eres tremendo compositor, arreglista, cantante, productor, diseñador gráfico y vestuarista; un verdadero conocedor del negocio en clave contemporánea. El éxito es tu magia”.
Te voy a extrañar siempre, Cherito. Gracias por tanto. Descansa en paz.