El drama actual del Poder Judicial Dominicano: Un testimonio
Si muchos otros jueces se empinan y reaccionan y se produce una rebelión en la granja, se abre la posibilidad de parar al oficialismo para que no se salga otra vez con las suyas.
El pasado martes 13 asistí a la puesta en circulación del libro “El Salto: La Redención”. A su autor, el magistrado Modesto Martínez, le conozco de viejo y a cierta distancia sigo su consagrada trayectoria en el poder judicial dominicano. Inició en la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional como coordinador del Departamento de Investigaciones y luego por concurso y en base a sus méritos ingresó a la judicatura como Juez Presidente de la octava Cámara Penal del Distrito Nacional en 1998, pasando luego a ser juez de la Cámara Panal de la Corte de Apelación del Distrito Nacional. Actualmente es juez de la Corte de Apelación de Niños, Niñas y Adolescentes del Distrito Nacional.
Es decir, el Dr. Modesto Martínez no solo es un juez en funciones, sino que con sus más de 20 años en importantes responsabilidades en el Poder Judicial conoce a éste por dentro, y su trayectoria honesta y capaz le otorga autoridad moral para emitir juicios sobre su funcionamiento.
Por esa razón las referencias que hace en su libro sobre el Poder Judicial son un grito desgarrador y valiente de lo que está pasando en su interior a propósito de la actual convocatoria hecha por el Presidente de la República, Danilo Medina, del Consejo Nacional de la Magistratura para la evaluación y sustitución de cuatro jueces del Tribunal Constitucional y doce de la Suprema Corte de Justicia.
En el libro, el magistrado Martínez, luego de repasar los textos constitucionales que garantizan un marco normativo para la independencia y profesionalización del poder judicial, expresa que “los políticos maniobran para impedirlo” y expone, en la página 189, lo que a continuación transcribo:
“Se empieza por la designación de los jueces de la Suprema Corte de Justicia, la cual se hace casi en un ciento por ciento, por la injerencia de los políticos quienes actúan sobre la base de sus propios intereses y respondiendo a solicitudes de relacionados, y muy excepcionalmente por méritos personales.
No significa esto que los seleccionados no los tengan, creo que muchos tienen méritos de más, lo que digo es que no es esa condición la que los lleva a ocupar las funciones.
Es más, muchos de los seleccionados bajo los criterios actuales vivirán eternamente con las dudas de si, en otras circunstancias habrían sido elegidos.
Obviamente el daño a la institucionalidad no se queda ahí, ya que lamentablemente el ser humano tiende siempre a procurar elemento de subsistencia; por lo que esa subcultura, impuesta por los políticos, ha hecho que muchos jueces vean la cristalización de sus sueños legítimos de acceder al más alto tribunal, solo a través del canal político.
De un tiempo a esta parte se ha iniciado una desafortunada actividad de cabildeo en la que muchos jueces procuran los contactos que los acerquen a quienes puedan llevarlos a los más altos tribunales del país.
El desaliento es tan grande que, a veces, se ha escuchado a jueces emblemáticos y de gran prestigio dentro de la clase decir: “para la próxima convocatoria, si no tengo lo mío amarrado no me pongo de mojiganga”.
Como se ve, la impronta va mermando los mejores valores que aún quedan, a lo interno del Poder Judicial.
La desesperanza sembrada en muchos jueces le ha permitido a los políticos tener estructuras integradas por jueces de todas las gradaciones, de manera que, sin importar la jurisdicción y atribución, tiene un intermediario para obtener sus fines y objetivos. Esa falta de origen se reproduce, a lo interno del Poder Judicial, en el que muchos ascensos obedecen a estos lineamientos.
Ya formada la estructura, se convierten en intermediarios para gestionar la solución de los casos de interés de sus mandantes ante cualquier jurisdicción.”
La denuncia del magistrado Modesto Martínez sobre los aprestos y amarres que se están produciendo al interior del Consejo Nacional de la Magistratura es grave, valiente y frontal y pone en entredicho desde ya los resultados de su convocatoria.
Es la demostración del fracaso de la reforma judicial del 94, iniciada en el 1996, cuando por primera se convocó el Consejo Nacional de la Magistratura.
La exposición del magistrado Modesto Martínez, que yo sepa, muy contadas veces ha sido hecha por un juez en funciones.
Es evidente que el magistrado Modesto Martínez tiene conciencia de las consecuencias que le acarreará su denuncia. Ojalá, muchos otros jueces también honestos y capaces den sus propios testimonios y valoraciones y no lo dejen solo en las fauces del poder político gobernante, responsable del actual secuestro de la institucionalidad y legalidad democráticas.
Solo si muchos otros jueces se empinan y reaccionan y se produce una rebelión en la granja, se abre la posibilidad de parar al oficialismo para que no se salga otra vez con las suyas, prolongando su control sobre el poder judicial.
Los sectores políticos, sociales y ciudadanos que aspiramos a vivir en una sociedad con un poder judicial independiente, imparcial, honesto, capaz y confiable no podemos ignorar la grave y valiente denuncia del magistrado Martínez. El ha puesto su barba en remojo. Actuemos ahora, antes de que se produzca el degüello.