El presentido y trágico final del dictador Trujillo

Hoy se conmemoran 58 años del magnicidio ocurrido la noche del 30 de mayo del 1961, suceso que produjo transformaciones políticas, sociales y económicas en la República Dominicana.

Rafael L. Trujillo, en el centro. A su izquierda, su hermano Héctor B. Trujillo (Negro). a su derecha, su hijo Ramfis. Foto. Archivo General de la Nación.

Aunque el funesto final del dictador Rafael Leónidas Trujillo sorprendió a gran parte de la sociedad dominicana, muchas personas esperaban (y suponían) la forma en que saldría del poder el hombre que había dirigido la cruenta y dilatada tiranía.

Antes del acontecimiento, hubo premoniciones, presentimientos y delaciones, que no impidieron el ajusticiamiento del sátrapa, que tras tomar el poder en el 1930, rápidamente enraizó su régimen despótico.

Incluso el mismo Trujillo esperaba su deceso, según varios testimonios de personas que se codeaban con él y observaron un comportamiento extraño antes de que fuera acribillado la noche del 30 de mayo de 1961, mientras se dirigía su residencia campestre de San Cristóbal, solo acompañado por su chofer, el mayor retirado Zacarías de la Cruz, herido en la intentona.

El 23 de junio de 1975, la revista ¡Ahora! publicó un testimonio, dado en New York, por un exagente del temido Servicio de Inteligencia Militar (SIM), en el que este revelaba, de manera anónima, que 48 horas antes de que ocurriera el magnicidio el organismo de inteligencia de la tiranía conocía detalles del complot.

La revelación se la habría hecho una joven al oficial, el 28 de mayo de 1961. La mujer le explicó que había escuchado accidentalmente detalles de la trama en la residencia donde trabajaba como ama de llaves. Ella había ido a buscar al SIM a Johnny Abbes García, para hacerle la confidencia, pero al no encontrarlo, el agente, con quien había tenido una relación íntima en el pasado, la invitó a un restaurante y entre tragos logró que le dijera lo que pensaba contarle al funcionario.

El exagente dijo que, al escuchar la delación, se le puso “la carne de gallina” por los nombres de las personas involucradas.

El exoficial contó que una serie de circunstancias impidieron que Abbes García, quien estaba haciendo un recorrido en el interior del país para rendirle un reporte a Trujillo sobre seguridad, fuera enterado de los detalles del complot por parte de la joven, que temía por su vida y tuvo que ausentarse de la casa en que servía, por temor a ser asesinada.

“Al día siguiente, el día señalado por el destino, para el desenlace de lo que se llamó la Era de Trujillo, hice lo mismo, es decir, fui primero a la sede del SIM antes que reunirme con mi informante... El coronel había llegado la noche anterior y aunque usted no lo crea ni lo crea nadie, me fue imposible verlo en todo el día, pese a las múltiples diligencias que había hecho en ese sentido. (Abbes) había estado reunido con Trujillo y luego con altos jefes militares y (yo) no había conseguido una entrevista con él”, dijo el ex agente del SIM.

Afirmó que entonces ni él ni la informante sabían cuál era la fecha elegida por los conjurados para ejecutar el complot.

Contó, además, que un oficial del SIM, que percibió su interés en hablar con Abbes, había insistido en que le informara de qué se trataba, pero que él lo evadió, pensando que la delación tendría una recompensa para la informante y para él mismo, como intermediario. Posteriormente, la mujer fue encontrada ahorcada en una casa en la que servía, reveló el exagente del SIM.

“El alto oficial que insistió en que se le revelaran los informes que tenía para el coronel (Abbes), también fue encontrado muerto, dentro de un auto, en un supuesto accidente en la avenida George Washington. No sé si ambos dijeron, después de muerto Trujillo, que sabían del complot. Yo callé y estoy vivo”, dijo el exagente del SIM, en 1975, 14 años después de los hechos.

Informes y vaticinios

Dos semanas antes del atentado, Trujillo fue alertado sobre la inusual permanencia de Antonio de la Maza, uno de los conjurados, en la capital, pero “el jefe” le restó importancia al informe, según relató el historiador Juan Daniel Balcácer en su obra “Trujillo, el tiranicio de 1961”.

El investigador recalcó que existen versiones que confirman el fatal presentimiento que tenía Trujillo sobre la forma como terminaría su existencia.

“Salomón Sanz, reconocido empresario vinculado al hipismo, y quien fuera amigo íntimo de Radhamés, el hijo menor de Trujillo, reveló que, en el mismo mes de mayo, el dictador visitó la iglesia de San Cristóbal y que allí, junto con Virgilio Álvarez Pina y el cura párroco, inspeccionó el estado de la cámara funeraria que había hecho construir para su uso personal. Al comprobar que el lugar estaba repleto de libros y otros objetos, dio instrucciones para que de inmediato se procediera a limpiar la cripta”, narró.

Se asegura que cuando el sacerdote le dijo a Trujillo que esos objetos depositados en el nicho no tenían importancia y que no molestaban a nadie (sobre todo porque esa tumba no iba a usarse), el sátrapa lo interrumpió indicándole que esa era su tumba y que la usaría más pronto de lo que pensaba.

También Robert D. Crassweller contó en su destacada obra “Trujillo, la trágica aventura del poder personal” que el 4 de mayo el yate Angelita estaba anclado cerca de Azua y que Trujillo estaba a bordo junto a Álvarez Pina, Paíno Pichardo y otros. De repente, agregó, anunció que pronto iba a dejarles, a lo que Álvarez Pina le preguntó que por qué decía eso y si se sentía enfermo. Entonces, Trujillo le respondió. “No. Estoy completamente bien, pero voy a dejarles, y no se hable más de eso”.

Se cuenta que Olga Brache, hija de Rafael Brache, exembajador en Estados Unidos y enemigo de Trujillo, se comunicó con Angelita Trujillo, para contarle un sueño que había tenido en que se revelaba la muerte de su padre.

Se dijo que en los últimos días, antes del 30 de mayo, Trujillo llamó a su despacho a los prominentes abogados Temístocles Mesina y Ambrosio Álvarez para solicitarles su opinión acerca de un documento notarial que quería suscribir para dejar constancia de que ya toda su fortuna estaba distribuida entre sus herederos.

El ataque y los complotados

La ejecución de la trama urdida contra el autócrata fue producto de una ardua labor conspirativa, que se concretó cuando la ciudad se preparaba para dormir.

Sin embargo, el complot del 30 de mayo no fue el único. Antes se produjeron numerosos intentos fallidos por derrumbar la tiranía trujillista, desde sus inicios en el 1930.

Según Balcácer la conspiración del 30 de mayo estuvo integrada por más de 50 personas. Pero además de los participantes directos, se tejió una amplia red de individuos (entre estos adeptos, familiares y amigos) que estaban enterados de la conjura.

En el atentado participaron Antonio De la Maza, Juan Tomás Díaz, Antonio Imbert Barrera, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sahdalá, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda y el teniente Amado García Guerrero, que formaba parte de la guardia presidencial. También estaban involucrados Luis Amiama Tió, Luis Manuel (Tunti) Cáceres y el general José René Román Fernández (Pupo), jefe de las Fuerzas Armadas entonces, pero esa noche no estuvieron presentes.

En la confrontación con Trujillo fueron heridos Cedeño, García Guerrero e Imbert Barrera. Solo requirió asistencia médica Cedeño, el primer apresado de los conjurados, contra quienes se desató una persecución que afectó a familiares y amigos, muchos de los cuales fueron apresados y torturados.

Imbert Barrera y Amiama Tió lograron ocultarse hasta que terminó la persecución. Los demás fueron asesinados por agentes de la dictadura y Ramfis Trujillo Martínez, incluyendo al genera Román, quien sufrió torturas atroces antes de ser acribillado por el hijo del dictador en la hacienda María.

Otros de los conjurados fueron Eduardo Antonio García Vásquez, Miguel Ángel Bissié Romero, Ernesto de la Maza Vásquez, Mario de la Maza Vásquez, Bolívar de la Maza Vásquez, Pablo de la Maza Vásquez, Modesto Díaz Quezada, Miguel Ángel Báez Díaz, Manuel de Ovín Filpo, Juan Bautista (Gianni) Vicini Cabral, Ángel Severo Cabral, Donald Read Cabral, Andrés Freites Barreras, Luis Manuel Baquero y Jordi Bossa.

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