Crisis política haitiana y Separación dominicana

Escudo de Haití.

Desde que Haití alcanzó su independencia en 1804 sus gobiernos estuvieron encabezados por militares que se habían destacado en la revolución y guerra de liberación librada contra los franceses.

Dessalines, Cristóbal, Petión y Boyer marcan una larga línea de gobernantes que aseguraron la gobernabilidad mediante el mando militar y el ejercicio del poder de manera personalista y autoritaria.

La Constitución de 1816 de la sureña República de Haití estableció una presidencia vitalicia que dejaba tan poca posibilidad de alternabilidad política como el sistema monárquico establecido el norte de Haití por Cristóbal, proclamado emperador en 1811.

Jean Pierre Boyer heredó esa tradición y ejerció su presidencia con la misma pretensión de gobernar hasta su muerte, pero los liberales haitianos, en alianza con los dominicanos, pusieron fin a su régimen en marzo de 1843 mediante la llamada "revolución de Praslin", nombre éste que viene de la finca del General Charles Riviere Hérard, escogido por los liberales para encabezar las acciones militares contra Boyer.

Los dominicanos han estudiado desde numerosos ángulos la separación de Haití de la parte oriental de la isla y la creación de la República Dominicana, en 1844, como si éste fuese un proceso puramente endógeno, pero lo cierto es que la independencia dominicana tuvo lugar en medio de la profunda crisis política que se desató en Haití a raíz del derrocamiento de Boyer.

Aquella fue también una crisis constitucional, pues tan pronto los haitianos tuvieron que confrontar la necesidad de llenar el vacío dejado por el régimen de Boyer, se lanzaron a redactar una nueva Constitución que debía establecer el marco legal para la construcción de un régimen liberal en Haití.

Los debates de la Asamblea Constituyente haitiana comenzaron el 18 de septiembre de 1843 y concluyeron con la promulgación de la nueva Constitución el 31 de diciembre de ese mismo año.

Durante esos cuatro meses, tanto la ciudad de Puerto Príncipe, como Cabo Haitiano, Jacmel y Les Cayes, así como otros centros poblados de cierta importancia, estuvieron envueltos no solamente en los debates constitucionales, sino también en un clima de intrigas políticas, pues después de tantos años de regímenes militares, el Estado haitiano no podía prescindir de la actuación política de los hombres de armas.

Dicho de otra manera, los militares haitianos habían sido los administradores del Estado haitiano, en sus versiones republicana y monárquica, durante exactamente cuatro años, y la élite gobernante haitiana estaba fuertemente influida por el elemento militar y la mentalidad castrense. Debe recordarse que Haití mantuvo un gran ejército en pie de guerra por lo menos hasta 1825, esperando una invasión francesa que nunca llegó.

Es cierto que en los años anteriores a su derrocamiento, Boyer había permitido que sus  diputados y senadores cuestionaran críticamente algunos aspectos de su régimen, particularmente a partir de la crisis económica y financiera de 1838, pero los límites de esas libertades se hicieron prontamente evidentes en octubre de 1839, cuando los principales diputados y senadores antiboyeristas fueron expulsados del Congreso mediante diversas maniobras dirigidas por el mismo Presidente de la República.

Es importante mencionar dos de esos líderes por su nombre, pues ambos, David Saint Preux y Hérard Dumesle, jugaron un papel muy importante en la conspiración que culminó con el derrocamiento de Boyer e, inmediatamente después, en la constitución y conducción del gobierno de Charles Hérard ainé, el sucesor de Boyer.

La crisis haitiana que siguió a la caída de Boyer fue también una crisis social y racial, pues hasta entonces los generales y políticos mulatos habían controlado el Estado, aun cuando en el norte y en algunas localidades del centro de Haití los generales negros eran preponderantes, como ocurría con en Cabo Haitiano en donde el poder local del General Louis Pierrot era incontestable.

La caída del régimen mulato de Boyer levantó los ánimos de los generales negros que hasta entonces se sentían marginados y muy pronto se establecieron redes conspirativas para contestar la continuidad de los mulatos en el poder, ahora bajo el liderazgo de Hérard.

Para encabezar la revolución antiboyerista, Hérard fue nombrado como "Jefe de Ejecución de las Voluntades del Pueblo Soberano", pero tan pronto fue promulgada de la Constitución, Hérard fue elegido Presidente de la República.

Fue en su condición de Jefe de Ejecución que Hérard hizo su famoso recorrido militar por la parte oriental de la isla en julio de 1843 para reprimir el movimiento separatista organizado por los trinitarios y descubierto a raíz de las elecciones municipales de junio de ese año.

Durante ese período, cuenta Jean Chrisostome Dorsainvil siguiendo al historiador Thomas Madiou, los líderes civiles del movimiento antiboyerista se hicieron "otorgar grados en el ejército: Hérard Dumesle tenía rango de General. David Saint Preux, Coronel. El contagio fue tal que en Puerto Príncipe sólo se oyó de pronto 'la sinfonía de los sables y de las espuelas martilleando al unísono las calles de la ciudad'. Aquellos portadores de charreteras brillantes, aquellos intrusos, fueron muy mal vistos por el verdadero ejército: sus jefes, casi todos veteranos de 1804, ya mayores, analfabetos, desgraciadamente, no querían a ningún precio encontrarse bajo las órdenes de administradores civiles, o jóvenes sin experiencia."

Había más todavía: los liberales proponían elecciones populares para elegir representantes al Congreso y a los ayuntamientos, así como a los puestos de la judicatura. Dice Dorsainvil que "muchos burgueses no concebían que un pueblo que no sabía leer ni escribir fuese llamado a escoger por sí mismo a sus alcaldes, diputados, senadores, jueces, hasta el Jefe del Estado."

Sobre este punto había un extendido consenso en la elite mulata, tanto entre boyeristas como antiboyeristas. Ese exclusivimo político, que descansaba sobre consideraciones raciales, irritaba mucho a los jefes militares negros que desde los lejanos días de la revolución haitiana estuvieron en constante pugna con sus contrapartes mulatos como se hizo evidente durante la guerra civil encabezada por Toussaint Louverture y André Rigaud entre 1798 y 1800.

La Asamblea Constituyente sirvió de ocasión para la reconstitución del partido boyerista bajo la dirección de los hermanos Celigny y Beaubrun Ardouin. Este último había sido Senador bajo Boyer y un ferviente partidario de este gobernante, como también su hermano quien emergió como un influyente actor en los sucesos que siguieron al derrocamiento de Boyer.

Los boyeristas contaban con una extendida red de generales que se negaron a aceptar la nueva Constitución desde los primeros días de enero de 1844, mientras el mismo Hérard, sintiendo que la nueva Carta Magna limitaba demasiado sus poderes, estimulaba a los generales, negros y mulatos, a protestar contra la nueva ley suprema, llegando a decir públicamente que "la Constitución era impracticable".

La confusión no podía ser mayor. La organización de los nuevos ayuntamientos, con regidores elegidos popularmente, produjo numerosos conflictos con los jefes militares locales acostumbrados ejercer el poder político de manera personalista y absoluta.

Cuenta Madiou que el General Thomas Héctor informó a sus superiores que la efervescencia popular en el Valle del Artibonito "era tan grande que no se podía contener", y que había tenido que enviar tropas a Gonaïves para contener la agitación.

Allí, uno de los diputados, de nombre Bazin, "intentó sublevar a los habitantes de la Petite Riviere para imponer las doctrinas constitucionales. Fue al ayuntamiento y apeló a los ciudadanos, pero éstos no le respondieron; entonces quiso convocar a la guardia nacional, pero la autoridad militar se opuso a sus designios. Insistió y arengó a sus escasos partidarios mientras el Coronel Jean Giles Gonave le exhortaba, en vano, a someterse a la autoridad militar". Bazin respondió disparando sobre los soldados, y éstos respondieron al fuego matando a Bazin. Junto con Bazin cayeron también un juez y varios de sus parientes o amigos.

Sucesos parecidos se repetían en otras partes del país, mientras la popularidad de Hérard se desvanecía. Según Dorsainvil, "un golpe de Estado parecía inminente cuando llegó la muy grave noticia de que la parte del Este se había declarado independiente de Haití" el 27 de febrero de 1844.

Hérard tenía ahora que enfrentar una nueva crisis, mientras la Oposición "trabajaba en todas partes para fomentar insurrecciones, tanto en el Sur, como en el Norte y la parte del Este. La Oposición, dice Madiou, no ignoraba el proyecto de los habitantes de la parte del Este de separarse de la República; sin embargo, no hizo nada por contrariarla porque lo único que tenía en mente era el derrocamiento de Riviere Herard."

En el próximo artículo veremos cómo la declaración de independencia de los dominicanos precipitó la caída de Hérard, y cómo los sucesos políticos en Haití influyeron en el proceso independentista dominicano.