Supervisar las cooperativas

Se puede considerar un triunfo de la comunidad nacional que la Ley de Lavado de Activos abarcara las bancas de apuestas.

Los argumentos para que se incluyeran eran demasiado poderosos para que los legisladores pudieran pasarlos por alto, a pesar de los evidentes intereses de por medio.

Lo que resta ahora es que las autoridades de impuestos dediquen mayores energías a obligar a las bancas llamadas “ilegales” (que ya sabemos que no lo son, sólo que no pagan impuestos), a formalizar su status. Si de verdad se quieren recaudar más impuestos, ahí está una vía expedita para lograrlo.

Lo que no está tan claro es la exclusión de las cooperativas de la supervisión de la Superintendencia de Bancos.

Las cooperativas en nuestro país, sobre todo las que prestan dinero, no son ya pequeños negocios de préstamos de menor cuantía. Son entidades que manejan muchos miles de millones de pesos y, por tanto, deben estar reguladas por el organismo que controla a las instituciones que hacen préstamos. Incluso, se podría clasificar las cooperativas de acuerdo con su capital y las que sobrepasan una cifra ser reguladas y las otras no.

Que las regule la Superintendencia de Bancos no quiere decir que van a aumentar los intereses que cobran por los préstamos, que fue la idea que se vendió. Al contrario, la supervisión podría incluso permitir préstamos a una tasa más baja si se lograra una mejor administración. Que estén supervisadas por la SIB es sencillamente una garantía de mejor manejo, dada la cantidad de recursos de que disponen.

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