Subordinación de criterios

Sean o no sean todos los que son, la amenaza de una guerra comercial en el mundo se acrecienta

Mientras nuestra atención está enfocada sobre los pormenores del caso de los que están, sean o no sean todos los que son, la amenaza de una guerra comercial en el mundo se acrecienta. Y lo que la hace más factible es paradójico, pues radica en la supeditación de los criterios económicos a consideraciones políticas subjetivas.

La economía crea realidades de las que es difícil escapar. De hecho, fue la búsqueda de paz y armonía en Europa, luego de dos devastadores conflictos bélicos, la que motivó la firma de pactos de cooperación, cuyos alcances fueron aumentando hasta llegar a la actual Unión Europea. Se creyó, y así ha sido, que al estrechar los vínculos económicos y entrelazar las estructuras productivas se haría demasiado costoso iniciar una aventura militarista. El daño al propio nivel de vida sería de tal magnitud que detendría cualquier intento de retornar a las rivalidades del pasado.

Un efecto similar ocurrió con Japón y Corea del Sur, cuyas economías florecieron por su participación en el comercio mundial. Y también se argumentó que algo parecido sucedería con la globalización, y los resultados se han visto en el caso de países como China, Vietnam y Sudáfrica, previamente alejados por una u otra razón de los beneficios del intercambio internacional de bienes y servicios.

Pero la fuerza de la racionalidad económica como guía de las actuaciones se debilita cuando sus criterios se subordinan a conceptos políticos infundados. Sólo porque se espera su colaboración en el caso de Corea del Norte, China ha dejado temporalmente de ser acusada por los EE.UU. de manipular el valor de su moneda, lo que da a entender que las presiones comerciales volverán más adelante. A Europa, liderada por los alemanes, se le culpa por su superávit comercial como medio para conseguir que eleve sus gastos militares. Y con México el destino del tratado comercial irá ligado a la represión de la inmigración.