Guerra sicológica: la otra arma de EEUU cuando intervino Dominicana en 1965
Desplegó una campaña para infundir la imagen de pacificador
Es mayo de 1965. Un adolescente de 14 años camina por el ensanche Ozama, en la zona oriental de Santo Domingo, y avista en el cielo a un avión del comando aéreo de los Estados Unidos. Desde la aeronave se lanzan miles de volantes con mensajes impresos por el Gobierno estadounidense que, entre otras cosas, busca infundir la idea de que no son invasores los militares de su país que están en la República Dominicana, sino que llegaron para ayudar y restaurar la paz en medio de la guerra civil.
Hace apenas días, el 24 de abril en la tarde para ser exacto, que el dirigente del Partido Revolucionario Dominicana (PRD), José Francisco Peña Gómez, anunció a través del programa Tribuna Democrática, de Radio Comercial, que un grupo de militares, encabezado por el capitán Mario Peña Taveras, hizo preso al jefe de Estado Mayor del Ejército.
El político también arengó a la población a apoyar la acción militar que tenía como propósito restaurar en el poder al expresidente Juan Bosch, depuesto en septiembre de 1963 mediante un golpe de Estado que instauró en el país el Gobierno del Triunvirato.
El muchacho del ensanche Ozama recoge uno de los volantes. El texto que lee además lo escucha por altavoces instalados en el avión. Se acuerda de los guardias de los Estados Unidos que están asentados en su barrio, que reparten alimentos y asisten a los enfermos. Pero, aunque en las películas que ha visto los estadounidenses terminan siendo los héroes, en el fondo sabe que el objetivo de los militares es impedir los planes de quienes comenzaron la revolución con el lema “Vuelta a la constitucionalidad”.
En el siguiente video se puede ver el momento en el que se lanzan volantes en Santo Domingo desde un avión estadounidense.
Los volantes también contenían nombres de aquellas personas que, según las fuerzas extranjeras, son comunistas. Uno de esos nombres es el de José Israel Cuello, quien hoy, 54 años después, recuerda como un hecho jocoso una de las anécdotas de aquellos momentos. “Un día caminaba por la avenida Duarte y comenzaron a caer las hojas. Una persona que recogió uno (de los volantes) me dijo: ´Mira uno ahí´. Era yo (se ríe). Seguí caminando, él lo estaba diciendo en chanza, no era que me estaba persiguiendo, solo que me reconoció (ríe)”.
Fidelio Despradel, otro de los que aparecían en las listas de los “comunistas”, cuenta en su libro Fidelio, Memorias de un Revolucionario, Tomo II, cómo su esposa Olga, que aprovisionaba de alimentos a algunos de los combatientes en la denominada Zona Constitucionalista, dejó de llevarles comida porque “el comando norteamericano distribuyó un pequeño afiche con su foto, impartiendo instrucciones de que si la identificaban, la detuvieran y avisaran al Comando de las tropas invasoras”.
Despradel señala que un afiche similar aparecía con la foto suya y de Fafa (Rafael Taveras), otro de sus compañeros del Movimiento 14 de Junio, una de varias fuerzas civiles y políticas que se sumaron a apoyar la acción de los militares constitucionalistas.
En la edición de febrero de 1966 de la revista Military Review, publicada por el Ejército de los Estados Unidos, dos autores reseñan que el entonces presidente Lyndon Johnson ordenó que los infantes de marina y las tropas aerotransportadas entraran en el área asediada por la guerra en Santo Domingo. Pero estaba la necesidad de explicarle esa acción a la población para hacerle saber “el deseo” de su país “de ayudarlos” y la “necesidad de orden” y de “garantizar un gobierno que represente la voluntad del pueblo”.
Las tropas estadounidenses comenzaron a llegar el 28 de abril, luego de la negativa de su Gobierno a reconocer al recién instalado presidente Rafael Molina Ureña.
Un día antes, 27 de abril, los combatientes apostados en el puente Duarte empezaron a ser bombardeados por el Centro de Entrenamiento de las Fuerzas Armadas (CEFA), dirigido por el general Elías Wessin y Wessin, y una comisión compuesta por el propio presidente Molina Ureña, su jefe militar en ese momento, Francisco Alberto Caamaño, y otras figuras políticas y militares de los revolucionarios, acudió a la Embajada norteamericana a solicitar la mediación de ese país para que cesara el bombardeo.
También pedían el reconocimiento del gobierno de Molina Ureña. Pero el embajador estadounidense William Tapley Bennett se negó a esos propósitos y acusó a los presentes de ser comunistas.
La negativa llevó al presidente y varios de los presentes a buscar asilo en distintas embajadas, pensando que no tenían posibilidades.
Ese mismo día en la tarde, Franklin Domínguez, director de la emisora Constitucionalista, primer órgano de difusión de los combatientes, recibió un cable con la información de que las tropas norteamericanas llegarían al país.
“Llamé a todo el mundo y les dije. Luego ya estábamos intervenidos. Ellos llegaron violentamente, mataron gente, las tropas llegaron tirando tiros y ellos (los soldados norteamericanos), los pobres, no sabían ni dónde estaban”, recuerda Domínguez, quien también fue el director general de Información, Cultura y Diversiones del Gobierno Constitucionalista.
Ya el día 28, cuando los combatientes, con Caamaño y el coronel Manuel Ramón Montes Arache al frente, habían logrado revertir la embestida de los militares comandados por Wessin, empezaron a desembarcar en el país los soldados norteamericanos.
El 1 de mayo de 1965, el Primer Batallón de Guerra Psicológica en Fort Bragg, Carolina del Norte, fue dirigido para enviar los primeros elementos del esfuerzo de la guerra sicológica que implementó el Ejército de los Estados Unidos en la República Dominicana para comunicar a la población sus intenciones “de ayuda” y “de paz”. Los militares fueron alistados para partir a la medianoche hacia la isla.
La guerra sicológica es el uso planificado de medidas propagandísticas en tiempo de guerra o en estado de emergencia, para influir en las opiniones, emociones y actitudes de grupos extranjeros, enemigos, neutrales o amigos, a fin de apoyar acciones de política y objetivos nacionales, explica Carlos Fazio en Guerra imperial y desinformación, la mentira del Pentágono como arma de guerra, quien se apoya en un diccionario de términos militares del Pentágono.
Además de usar esta estrategia en la República Dominicana, los Estados Unidos también la implementó en las guerras de Corea, Vietnam, del Golfo y Afganistán, entre otras.
Fazio destaca que en 1953 se creó la Agencia Informativa de Estados Unidos (USIA, por sus siglas en inglés), supeditada al presidente de los Estados Unidos a través del Consejo de Seguridad Nacional. Esta entidad se convirtió en el principal aparato oficial de propaganda política en el exterior, con 301 puestos informativos en 111 países.
“En el Hemisferio Occidental -agrega-, aparte de distribuir boletines de prensa, folletos, revistas, libros, películas y programas de televisión, la USIA contó con otros importantes medios de propaganda”. Uno de esos medios fue la Voz de América (VOA, por sus siglas en inglés), cuyas transmisiones, indica Fazio, se emitían en 38 lenguas a una audiencia estimada en 25 millones de personas.
En la República Dominicana, la intervención de los Estados Unidos tenía como objetivo final frenar cualquier desarrollo del comunismo y evitar “otra Cuba”, pero lo que hasta el año 1985 se ignoraba era que también el Gobierno temía que el problema derivara en una situación tipo Vietnam, observa Víctor Grimaldi en Golpe y revolución.
Los estadounidenses se unieron a la guerra de Vietnam (1960-1975) temiendo que el comunismo se extendiese por Asia. Pero su participación no fue exitosa y le dejó pérdidas humanas y económicas. La nación norteamericana terminó retirando a sus soldados, oficialmente los últimos salieron en 1973.
Herbert Friedman, un militar retirado e historiador que ha escrito artículos sobre las operaciones sicológicas de los Estados Unidos, indica en un reporte que publicó sobre la campaña en la República Dominicana, que su país convenció a la Organización de Estados Americanos (OEA) de formar una fuerza militar interamericana para intervenir en la nación caribeña el 28 de abril de 1965.
Historiadores y actores del movimiento de aquellos años, recuerdan que la decisión de la OEA se logró con una mayoría simple, gracias al voto “irregular” del representante del Gobierno del Triunvirato que ya había sido depuesto.
Friedman detalla que, además de los militares estadounidenses, al país llegaron 1,130 hombres de Brasil, 250 de Honduras, 184 de Paraguay, 160 de Nicaragua, 21 de Costa Rica y 3 de El Salvador. Reporta que, con el tiempo, una fuerza de 23,000 soldados estadounidenses se encontraba en el país. Historiadores dominicanos sostienen que la cantidad que llegó fue de 42,000 soldados.
El Gobierno interventor equipó con transmisores de radio y luz, equipos audiovisuales móviles y expertos en idiomas al Primer Batallón de Guerra Sicológica que envió a la República Dominicana. En ese entonces la radio era el medio de comunicación más inmediato y abarcante para alcanzar a la población. Hewson Ryan, director asociado de la USIA, vino al país para dirigir las operaciones sicológicas.
En la práctica, la obsolescencia de algunos de los equipos, la falta de buenos mapas, inteligencia y lingüistas capacitados en español, fueron de las dificultades que afectaron las operaciones de radio y de impresión.
La propaganda
El 3 de mayo de 1965, el Primer Batallón de Guerra Sicológica de la 82 División Aerotransportada repartió más de 20,000 volantes proclamando que los Estados Unidos había enviado las tropas para propósitos pacíficos y humanitarios exclusivamente, indica René Fortunato en Una primavera para el mundo.
El dato también lo recoge Hamlet Hermann en Francis Caamaño Coronel de Abril, Comandante de Caracoles, donde define esas acciones como un intenso trabajo de propaganda política que incluyó dos emisiones radiales con dos emisoras de onda larga: la Voz de América y la Voz de la zona de seguridad.
“Evidentemente que tanto esfuerzo solo podía implicar las intenciones del Gobierno de Estados Unidos de implementar un fideicomiso sobre República Dominicana”, advierte Hermann en su libro.
El 5 de mayo, el Batallón comenzó a transmitir su primera radio programada localmente: la Voz de la zona de seguridad, que llegó a las ondas AM. Los guiones eran escritos por especialistas civiles y otras formas de propaganda, dirigidos por el director asociado de la USIA.
El historiador Friedman cita en uno de sus artículos la experiencia de Dave Hagen, quien fue asignado al Primer Batallón como especialista en transmisiones: “Vimos a civiles y militares escuchándonos en radios portátiles. Los niños rondaban nuestra estación de radio y las mujeres nos traían café por la mañana. Parecíamos muy queridos. Por supuesto, estábamos fuertemente armados y trajimos una sensación de seguridad al área de Santo Domingo en la que estábamos”.
El historiador y uno de los que participaron en la revolución, Euclides Gutiérrez Félix, en entrevista con Diario Libre, niega de forma enfática cualquier aceptación a los norteamericanos. “La población aceptó a Balaguer, que era el Trujillismo, pero no aceptó a los norteamericanos ni lo ha aceptado nunca, si no, no estuviéramos nosotros gobernando el país, pues somos el partido de Juan Bosch”.
Gutiérrez Félix hace referencia al oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) creado por Bosch luego de abandonar las filas del PRD.
En cuanto a los aviones desde donde se lanzaban los volantes, recuerda que estos dejaron de sobrevolar pocos días después porque los revolucionarios les disparaban con ametralladoras.
Hermann, en su obra, recuerda que las informaciones que se transmitían por las emisoras eran en contra del pueblo y a favor de los invasores. “Los propios funcionarios de la Agencia de Información (USIA) ya se habían dado cuenta de que estaban perdiendo credibilidad por los temas escogidos y por la posición adoptada en relación con ellos”.
En Abril, los 5 días decisivos, Héctor Minaya asegura que los camiones con altavoces resultaron ser más eficaces que los mensajes enviados desde aviones con imágenes de los presidentes John F. Kennedy y Johnson, “las virtudes” de la OEA y los males del comunismo.
Se reportó que se colocaron altavoces a lo largo del río Ozama. “Dondequiera que los camiones se detenían, cientos de dominicanos se reúnen alrededor para escuchar las últimas noticias y recibir folletos y panfletos, que a finales de mayo se imprimían a un ritmo de 70.000 por día”, describe Minaya.
“Dominicanos, esta es tu paz. ¡No permitas que los comunistas te engañen!”, se leía en un folleto. Los revolucionarios antiamericanos respondían también con la difusión de carteles con mensajes en contra.
En El peligro comunista en la revolución de abril. ¿Mito o realidad?, el historiador Bernardo Vega escribe que el Gobierno norteamericano desarrolló una guerra sicológica en la que se enfatizaban “las falsas atrocidades y el gran papel e influencia de los izquierdistas”. Indica que con esta también se buscaba que los perredeístas admitiesen que habían perdido el control de la revolución y que había sido tomada por los izquierdistas. Agrega que parte de esa campaña también trató de probar que los partidos de izquierda habían estado enterados previamente sobre el complot de abril.
“Toda esa información falsa se pasaba a periodistas extranjeros, pero también se transmitía a través de la Voz de las Américas, al tiempo que se bloqueaban los medios de comunicación en manos de los constitucionalistas y se creaban estaciones fantasmas en territorio dominicano que favorecían el punto de vista norteamericano”, dice Vega.
Franklin Domínguez, hurgando en sus recuerdos desde la sala de su casa, comenta que las emisoras no jugaron un papel crucial en eso de la propaganda, porque “la propaganda era tirar tiro”.
Dice que como director de lnformación del Gobierno Constitucionalista, se levantaba a chequear la programación de la emisora de los norteamericanos para saber a qué contenido responder.
Miguelina Lora tenía 16 años cuando desde la radio instalada en su casa escuchaba los programas de la Voz de América que se retransmitían en el país por la emisora La voz de la OEA. “Eran programas más bien culturales, sobre todo dedicados a la juventud”, rememora.
La temática que recuerda de uno de los programas era académica. “La Primada de América, la UASD, estaba muy de moda en ese tiempo por el conflicto bélico. Habían muchos jóvenes universitarios que estaban participando en la revolución, entonces el contenido en sí de esos programas era ofreciendo intercambio cultural pero no presencial, sino intercambios mediante cartas, tarjetas postales...”, dice.
A través de esos intercambios su hermana conoció a un mexicano con el que duró casada 45 años.
“La imagen que se hizo ver era que los Estados Unidos no nos había invadido, sino que habían venido a salvar vidas porque había un conflicto entre dos bandos”, dice Lora a sus 70 años.
El hoy general de brigada Osvaldo Cepeda y Cepeda era corresponsal en Santo Domingo para la Voz de América. La emisora preparaba boletines sobre la guerra de abril, pero el militar no tiene conocimiento de si sus reportes los retransmitieron en el país.
“Claro que eso podía generar simpatías en unos y no en otros, pero los hechos no los puedo alterar”, dice Cepeda al preguntarle si su colaboración con la emisora estadounidense le generó críticas.
Detuvo la locución por un tiempo para hacerse combatiente y unirse a la guerra que reportaba.
“Los yanquis distribuyeron alimentos y medicamentos en distintos lugares, pero en lo que estuvieron más activos fue en contribuir a la persecución y asesinato de los constitucionalistas, especialmente a los no combatientes, de los cuales fueron fusilados centenares de jóvenes que, inocente y confiadamente, creyeron en la propaganda de los yanquis y sus sirvientes dominicanos, según la cual respetarían a las personas que no participaban en combates”, comenta Bonaparte Gautreaux Piñeyro, periodista y uno de los hombres de confianza del coronel Caamaño.
El estadounidense Friedman indicó a Diario Libre, a través de una entrevista realizada por correo electrónico, que, comparada con las ejecutadas en otros países, la operación sicológica en la República Dominicana fue más simple “porque fue una pequeña batalla que terminó rápidamente”. Comentó que “no hubo magia, solo cosas obvias que significaron que murieran menos personas de ambos lados”.
En la revista Military Review se cuantifica que los operadores sicológicos militares produjeron y distribuyeron más de dos millones y medio de artículos de propaganda impresos, realizaron 600 horas de operaciones con altavoces, transmitieron más de 900 horas de programas producidos localmente y retransmitieron transmisiones de la Voz de América de forma continua durante 35 días.
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