El calor provoca sismos, ¿mito o realidad?

SANTO DOMINGO. Sismos, temblores y terremotos son términos empleados para referirse a los movimientos de la corteza terrestre. Sin embargo, técnicamente, el nombre de sismo es más utilizado, pues terremoto casi siempre alude a movimientos de grandes dimensiones.

Los sismos se originan en el interior de la tierra y se propagan por ella en todas direcciones en forma de ondas. Son de corta duración e intensidad variable.

Siempre se ha tenido la creencia que el aumento del calor y la ocurrencia de un sismo están relacionados.

Y no solo en América Latina se tiene esa creencia. En muchos otros países del mundo asocian las altas temperaturas con ocurrencias de sismos.

Eugenio Polanco, director del Instituto de Sismología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, explica que las altas temperaturas no influyen en la ocurrencia de los sismos.

“En realidad, la ocurrencia de los terremotos no tiene nada que ver con las altas temperaturas; el calor está vinculado al sol y al vapor de agua de la atmósfera. Si fuera así, no temblara en Alaska o en invierno”, explica el experto.

“El calor que sentimos en la atmósfera no penetra al interior de la tierra. La causa principal de los terremotos es el movimiento de las placas relacionadas con movimientos internos de la tierra y ese movimiento acumula energía y, cuando llega el límite elástico se rompe y ahí se genera un terremoto”, precisa Polanco.

“Cuando hacemos un análisis, no hay épocas con más sismos que otras, aunque grandes terremotos han pasado en invierno”.

Uno de los ejemplos de esta teoría es el terremoto ocurrido en 1964 en Anchorage, Alaska, una de las regiones más gélidas del planeta y ubicada a miles de kilómetros de distancia de América del Sur, el cual tuvo una magnitud de 8.6 grados.

Esto significa, según los estudiosos en la materia, que el calor es un fenómeno climático que no tiene absolutamente nada que ver con los sismos que afectan la corteza terrestre.