La muerte de El Divo de Juárez, el amor eterno de la música mexicana
CIUDAD DE MÉXICO. Sus temas lo convirtieron en el “Amor eterno” de muchos y su versatilidad para cantar por igual al amor, al dolor y a la felicidad lo transformó en el ídolo de la canción popular mexicana.
Su “Querida” estuvo todo un año en el primer puesto de las listas de popularidad en México. Hacía llorar a la gente con “Hasta que te conocí” pero también olvidar sus penas al ritmo de “El Noa Noa”. Era, indudablemente, el alma de la fiesta.
Juan Gabriel, el gran intérprete y compositor mexicano, se ha ido tras una vida en la que, “con dinero y sin dinero”, hizo lo que realmente quiso.
Murió el domingo en su residencia en California, confirmó su oficina de prensa sin dar detalles. Tenía 66 años.
En más de cuatro décadas de trayectoria, comparable quizá solo con José Alfredo Jiménez, compuso más de 1.500 canciones interpretadas por artistas como Marc Anthony, Raúl Di Blasio, Ana Gabriel, Angélica María y Lucía Méndez.
Produjo para más de 50 artistas que incluyen a Paul Anka, Lola Beltrán y Lucha Villa y lanzó más de 30 discos. Autor e intérprete de canciones, logró la inmortalidad con cada tema, pues componía con el corazón.
“No hay ninguna regla en mi manera de componer. A veces cuando estoy alegre escribo algo muy triste, y viceversa. En fin, es algo que ni yo mismo sé, pues compongo de una manera que para mí es la más natural del mundo. Gano más como compositor y productor que como intérprete”, dijo Juan Gabriel alguna vez, según su biografía en la Sociedad de Autores y Compositores de México.
La sociedad también señala que es el artista que más ingresos por concepto de regalías ha generado para la organización, donde su catálogo suma casi 600 canciones.
Mientras Lupita D’Alessio y José José ayudaron a encumbrar su carrera interpretando “Juro que nunca volveré” y “Ya lo pasado pasado”, respectivamente, Rocío Durcal lo catapultó a la historia cantando sus rancheras.
Ella era su musa y él su inspiración. Juntos alcanzaron el éxito con “Amor del alma”, “Se me olvidó otra vez”, “Fue tan poco tu cariño” y, por supuesto, “Amor eterno”. Su serie de discos “Rocío Durcal canta a Juan Gabriel” llegó hasta los seis volúmenes, aunque también colaboraron en otras producciones, sumando 10 en conjunto. La dupla se deshizo por diferencias personales y no logró reconciliarse antes de la muerte de la cantante española por un cáncer en 2006.
“Fuimos, somos y seremos la mancuerna musical perfecta. Cuando deseen saber de nosotros y de nuestro amor eterno, ahí están las canciones, los duetos y las fotos”, dijo Juan Gabriel al diario Reforma tras el deceso de la intérprete.
De origen humilde, Juan Gabriel, cuyo verdadero nombre era Alberto Aguilera Valadez, nació en Parácuaro, Michoacán, el 7 de enero de 1950. El menor de 10 hermanos, era hijo del arriero Gabriel Aguilera Rodríguez y la campesina Victoria Valadez Rojas.
Cuando aún era un bebé, su padre provocó un incendio que afectó algunas propiedades privadas y le produjo un impacto que lo llevó a ser internado en un hospital psiquiátrico en la Ciudad de México. No se supo más de él. Con los años Juan Gabriel le dedicó su canción “De sol a sol”.
Su madre, que tuvo que trabajar por años como sirvienta, se mudó tras esto con sus hijos a Ciudad Juárez, de donde le viene el mote de El Divo de Juárez. El cantante pasó la mayor parte de su infancia apartado de su madre, pues ante la falta de dinero se vio obligada a ingresarlo en un internado. El fallecimiento de su madre en 1974 inspiró “Amor eterno”, que hasta la fecha se escucha como un himno de dolor y es recurrente en algunos funerales.
“Hoy día y aunque haya carecido de mi madre y de su cariño, tengo el de millones. Su amor está derramado por todas las madres de México, aunque ellas no lo sepan”, dijo el músico al diario La Jornada.
Estudió solo hasta el quinto año de primaria, pues se escapó del internado. Pero allí había conocido al señor Juan Contreras, quien fue una especie de mentor y le enseñó música. De él provino parte de su nombre artístico, Juan, que combinó con el de Gabriel, su padre.
En 1965 debutó en el programa “Noches rancheras” bajo el nombre de Adán Luna, interpretando “María la bandida”. Luego cantó en el cabaret “Noa Noa”, de donde se inspiró para hacer la que fue quizá su canción más característica, “El Noa Noa”.
Al probar su suerte en la capital no tuvo otra opción que dormir en sitios como la estación de ferrocarriles o la Alameda y la Villa de Guadalupe de la Ciudad de México. En ese periodo fue acusado de robo y fue encarcelado en la sombría prisión de Lecumberri, lo cual quedó plasmado en la película de 1982 “Es mi vida”, escrita y dirigida por Gonzalo Martínez Ortega y en la que Juan Gabriel actuó como él mismo.
“Aunque era bueno para hacer canciones, era muy inocente para otras (cosas), y al caer en la cárcel no supe cómo defenderme”, dijo al diario La Jornada.
Sus temas hicieron que conociera al director de la prisión y a la esposa de éste, quien descubrió que no había pruebas suficientes en su contra y ayudó a que lo liberaran. Pero las malas experiencias parecían no tener cabida en el prolífico universo de Juan Gabriel, el astro que con su voz y entrega en el escenario alegraba a aquellos que pensaban “No me vuelvo a enamorar”.
En el 2014 trascendió a la pantalla una vez con el estreno de la cinta “¿Qué le dijiste a Dios?”, el primer musical basado en sus grandes éxitos y en el que realizó una participación especial.
“Es sólo un cariñito y me dejo querer”, dijo sobre el filme de Teresa Suárez, que abordaba las diferencias de clase a través de las sirvientas.
Hasta el último momento Juan Gabriel entregaba el alma en cada una de sus presentaciones, fuera en los palenques populares de las ferias mexicanas o los más prestigiados escenarios internacionales.
El Divo de Juárez se alejaba de los convencionalismos de un simple concierto. En su lugar, se alzaba como el “showman” capaz de rebasar hasta tres horas continuas de espectáculo en los que cantaba baladas, rancheras y hasta música de mariachi, todo ello acompañado de atuendos estrafalarios que llegaron a incluir turbantes en tonos metálicos, entallados chalecos y su propia versión del traje de mariachi: elaborado en vinil de tono rosa con botas del mismo color.
También destacaba su manera efusiva de bailar, que le llegó a ocasionar un accidente.
Durante una presentación en Houston, dio un paso en falso que le hizo perder el equilibrio y cayó del escenario de casi dos metros de altura. El suceso, que le ocasionó una fractura en la muñeca, fue ampliamente difundido por cadenas de televisión y redes sociales y hasta la fecha es una referencia de programas cómicos y de espectáculos que recopilan las caídas más famosas de las celebridades.
Juan Gabriel, el astro, superó la escena del espectáculo y se convirtió en figura del imaginario mexicano. Sus ademanes, la manera tan vívida como introducía cada canción en sus presentaciones, lo llevaron a ser imitado por comediantes amateurs y profesionales y sus temas eran interpretados de manera recurrente en concursos televisivos de talento.
Incluso llegó a ser laureado por el cronista Carlos Monsiváis y rompió esquemas en 1990 al presentarse tres noches seguidas en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana, reservado generalmente para ópera y ballet, pese a ser un músico popular.
Esos conciertos fueron a beneficio de la Orquesta Sinfónica Nacional y se convirtieron en una de sus presentaciones más celebradas. Su disco “Juan Gabriel en vivo desde el Palacio de Bellas Artes” estableció récords de ventas y también se lanzó en video, algo inusual para los artistas de la época. En 2013 repitió la hazaña al cumplir 40 años de trayectoria con otro concierto en el palacio que quedó plasmado en el disco “Mis 40 en Bellas Artes” de 2014.
Con el tiempo se tornó una figura enigmática. Poco hablaba de sus proyectos, y su vida personal resultaba un misterio.
Juanga, como también se le llamaba, pasó de ser un galán para solteras a ser un cantante con atuendos y ademanes afeminados, al que no le apenaba usar tonos agudos al cantar ni coquetear con el público. Llegó a asegurar que “el arte es femenino”, pero nunca respondió directamente preguntas sobre su orientación sexual.
“Si usted es guapo, está joven y está divino siempre van a decir eso, que usted es gay”, dijo durante entrevista a la cadena Univisión en 2002.
Otra de sus respuestas sobre el tema se volvió tan popular como sus canciones: “Dicen que lo que se ve no se pregunta, mijo”, señaló al periodista Fernando del Rincón.
Al cabo de los años la gente daba por hecho que era gay. Incluso su exsecretario Joaquín Muñoz publicó “Juan Gabriel y yo”, donde revelaba sus preferencias homosexuales. Por eso sorprendió cuando se supo que tuvo cuatro hijos adoptivos con su amiga Laura Salas.
“No soy casado, ni pienso casarme jamás, soy feliz así, soltero. No estoy en contra del matrimonio, ni la unión libre. Mis amores son muchos pero los más importantes son: mi madre, mis hijos, hermana, hermanos, sobrinos y mis canciones”, dijo a la SACM.
En 2013 renovó su testamento para designar como albacea a su hijo Iván Gabriel. Sus otros hijos con Salas son Joan, Hans, Jean y Alberto, todos con el segundo nombre de Gabriel. También adoptó a Alberto Aguilera II “Junior”, padre de Héctor Alberto Aguilera III, quien murió en 2012 en una prisión de Texas a causa de una sobredosis de drogas.
Juan Gabriel, un astro de múltiples aristas, brillaba por cada una de ellas.
Se destacó como filántropo, donando las ganancias de algunas de sus presentaciones a hogares infantiles en México y en 1987 fundó Semjase, un orfanato para 120 pequeños donde se les enseñaba música y el cual financiaba personalmente.
En 1985 la asociación de cronistas de espectáculos de Nueva York lo premió como el artista del año. En 2009 fue incorporado al Paseo de las Estrellas de Las Vegas y la Academia Latina de la Grabación, que otorga los Latin Grammy, lo honró como Persona del Año una ceremonia marcada por la alegría en la que derramó vino y cantó sobre una mesa.
“De lo que doy nunca me acuerdo, de lo que me dan nunca me olvido”, dijo el homenajeado en la ceremonia.
Incluso se decía devoto de sus fanáticos: “Me he convertido a través de los años en fan de mis admiradores. Ellos pagan un boleto por verme y eso es impagable”.
Del mismo modo, jamás escatimó en reconocer a otras figuras tan grandes como él.
En 2012 participó en el homenaje a Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”. Luciendo un atuendo rojo y amarillo, que recordaba al Chapulín Colorado, rindió honor a la prolífica carrera del comediante con una versión especial de “Señor Corazón” que incluía la emblemática frase “no contaban con mi astucia”.
En esa ocasión también interpretó el tradicional “Noa Noa” con su característico estilo desenfadado y fue uno de los artistas más ovacionados de la noche.
En la última década Juan Gabriel tuvo problemas con el fisco por deudas millonarias en México y Estados Unidos y también se le relacionó con el Cartel de Cali cuando Fernando Rodríguez, hijo del narco colombiano Gilberto Rodríguez Orejuela, señaló en su libro “El hijo del ajedrecista” que el Divo de Juárez había amenizado una fiesta para sus jefes.
En 2010 fue acusado de abuso sexual por el hijo de un músico que colaboró con él en Estados Unidos. Juan Carlos García, la presunta víctima, alegaba que había sido abusado en la década de 1980, cuando tenía 15 años. La demanda presentada en un tribunal de Los Ángeles no prosperó cuando García fue deportado tras ser arrestado por un cargo de drogas.
Ninguno de esos encuentros pudo eclipsar su andar.
“Tengo ya 64 años, ya como esté pues está bien”, dijo durante el estreno de “¿Qué le dijiste a Dios?”. “Aunque tengo 64 años me supero en lo que pueda todos los días y siempre estoy haciendo cosas para México, para la música, para estar más unidos, para bailar. Para que cuando me vaya me quede”.