Remembranza de Julio Brea Franco
El 11 de octubre del 2011 la prensa nacional nos sorprendió con la infausta noticia del fallecimiento en Tampa, Florida, de Julio Brea Franco (1948-2011), viejo compañero de estudios lasallista, colega en el quehacer cultural y de las ciencias sociales. Camarada de una generación que soñó reformas y ha bregado por la modernización del sistema político y sus instituciones. Fraterno del grupo de profesionales y empresarios que hace ya unas cuantas décadas nos nucleáramos en el restaurante La Parrilla del Malecón bajo el impulso coordinador de nuestro querido Eduardo Latorre, para reflexionar y tertuliar sobre el devenir de nuestro país y avizorar mejores rumbos.
Era hijo de Julio Oscar Brea Peguero, un exitoso comerciante mayorista oriundo de Baní con almacenes en el entorno del Mercado Modelo de la Mella, y de Rosa Luz Franco Anido, una dama santiaguera descendiente de Luis Alfonso Franco Olavarrieta y de madre cubana cultora del piano. Luis Alfonso fue fundador junto a otros familiares de la empresa Franco Hermanos, que contaba con imprenta, papelería, librería, propietaria de La Información de Santiago. Diario que vio la luz en 1915 y sostuvo firmes campañas nacionalistas durante la Ocupación Americana de 1916-24, con el concurso de las plumas de Rafael César y Vicente Tolentino, Tomás Hernández Franco, Rafael Estrella Ureña, Joaquín Balaguer.
Egresado del Colegio Dominicano de La Salle en el volcánico 1965, Julio, junto a su familia, se trasladó a Florencia, donde ya su hermano Luis Oscar realizaba estudios universitarios. Allí se inscribió en la Facultad Cesare Alfieri de la Universidad de Florencia en la carrera de ciencias políticas, que culminó cinco años más tarde graduándose Suma Cum Laude con una tesis sobre Wilson y la primera intervención americana del país. Entre sus profesores sobresalía Giovanni Sartori, cuyos textos iluminadores en el campo de la politología fueron promovidos por él en nuestra academia.
Julio y su hermano Luis Oscar representaron en la década de los 70 una verdadera renovación en el mundo cultural dominicano, cuando al regresar al país en 1971 tras culminar los estudios universitarios –Luis se había decantado por la filosofía-, instalaron en 1973 el formidable Centro Cultural Dominicano en la Dr. Delgado esquina Santiago. Construyendo un moderno edificio de 2 plantas que contaba con una superdotada librería –con sección de arte nunca vista en nuestro lar-, sala de exposiciones, salón de conferencias, cafetería. Luego agregarían un tercer nivel para oficinas profesionales.
Pronto el Centro se convirtió en punto obligado del quehacer intelectual y de las actividades artísticas. Allí, en mi calidad de director de Investigaciones Científicas de la UASD, propicié varias conferencias del poeta e historiador Pedro Mir, entre otros académicos, puesta en circulación de obras, coloquios en los que participó Juan Bosch, actos de solidaridad con la democracia y contra el golpe de Estado en Chile y homenaje a Pablo Neruda. Recuerdo por igual la excelente exposición del artista plástico Aurelio Grisanty, su primera individual, con 32 cuadros-espejos que plasmaban armaduras imponentes y hermosas orquídeas, ejecutados con técnica impecable.
Julio se incorporó a la academia, ingresando a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UASD, donde ejerció la docencia influyendo en el alumnado con refrescantes enfoques politológicos en un ambiente altamente ideologizado, al tiempo que dirigía la revista Derecho y Política. El segundo escenario de su trabajo universitario fue el INTEC, conjugando la docencia con el desempeño del Decanato de Ciencias Sociales y colaboraciones en la revista Ciencia y Sociedad.
La UNPHU fue su tercera plataforma. Allí creó la Maestría en Ciencias Políticas, un programa que tuvo un impacto innovador atrayendo a personalidades de la vida pública como Milagros Ortiz Bosch –quien además impartió docencia- y al arquitecto Eduardo Selman, dirigente del PLD. Otros ámbitos universitarios beneficiarios de su presencia fueron UNIBE y UNAPEC.
Mientras desplegaba estas tareas, Julio –un hombre intenso en su vocación profesional y en la amistad- escribía una columna semanal en el vespertino Última Hora. En el matutino Hoy, acogido por Bienvenido Álvarez Vega, tuvo al más continuado órgano de difusión de sus ideas.
En el ejercicio profesional asumió funciones de responsabilidad pública. Entre 1979-84 fue Encargado de Información, Divulgación y Estudios de la JCE. En 1986 ocupó la dirección de la Oficina de Organización Técnica y Planificación Electoral. Y en 1992 fue seleccionado a unanimidad para encabezar la recién creada Dirección General de Elecciones, de cara a los comicios del 94. Un certamen rodeado de fuertes tensiones previas, con la presencia de asistencia técnica nacional e internacional, cuyos resultados generaron una de las crisis políticas de mayor calado –con la intervención de actores externos y solución de reforma constitucional pactada.
Puedo dar fe, como consultor que fui en ese proceso, de la probidad profesional y entereza ética que normaron las actuaciones de nuestro recordado amigo en esa difícil coyuntura, sometido a tremendas presiones e incomprensiones.
Dada la valiosa experiencia acumulada, Julio incursionaría en misiones de asesoría y observación electoral en Haití, Panamá, Honduras, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Costa Rica y Nicaragua, colaborando con CAPEL (Centro Interamericano de Asistencia y Promoción Electoral), con sede en San José, Costa Rica. Asimismo, como consultor internacional, se asoció a una firma alemana de análisis para la cual monitoreaba tanto República Dominicana como Haití.
En este, como en otros planos, me tocó converger como consultor con Julio, tanto en proyectos relacionados con las fundaciones alemanas Konrad Adenauer, Friedrich Ebert y Friedrich Nauman, como con USAID. Fruto de uno de esos trabajos fue la cartilla ilustrada de educación cívica El Congreso, el Ciudadano y las Leyes, con tiraje 120 mil ejemplares, publicada por la Cámara de Diputados presidida por Hugo Tolentino.
Entre sus obras más destacadas se hallan El sistema constitucional dominicano, editada por la UNPHU en 2 volúmenes, que recibió en 1983 el Premio Nacional de Didáctica y sirviera de texto universitario. E Introducción al proceso electoral dominicano, galardonada en 1984 con el Premio Siboney de Ensayo. Igual, Administración y Elecciones. La experiencia dominicana de 1986, editada por CAPEL.
Desde 1994 Julio trasladó su domicilio a Tampa, apacible ciudad del norte de La Florida donde ya residía su familia, formada al unirse a Margie Pérez, una hermosa y talentosa educadora con quien procreó a María Rosa, Teresa, Julio Eloy y Jorge. Al momento de su deceso, también le sobrevivieron sus hermanos Luis Oscar, Rosa Mariana y Juan Julio.
Cuando pienso en Eduardo Latorre, José Turull, Julio Brea Franco, Frank Castillo y Hamlet Hermann y reflexiono sobre los motivos que fraguaron nuestro grupo, concluyo que el mejor homenaje a esos compañeros que ya no están físicamente consiste en mantener vivos los sueños que nos dieron origen.
En cuanto a Julio, un académico raigal que quiso trasladar las reglas de las ciencias políticas al mundo sórdido de la política vernácula para poner cierto orden racional en las cosas, el compromiso obliga a insistir en el propósito. Más ahora que nuestro sistema electoral y el régimen de partidos están urgidos de profundas e impostergables reformas. Sus obras pioneras deben reeditarse, junto a aquellas que permanecen inéditas. Ellas proveen una buena guía teórica y técnica para la tarea, así como un legado de valiosas experiencias. En pos de un mejor destino democrático.