Don Gianni
Le gustaba hacer las cosas calladamente. Que la izquierda no supiera lo que hizo la derecha, pero era intenso y persistente como el que más. Bajo la mirada plácida pero penetrante, como si quisiera descubrir los secretos más hondos del interlocutor, se escondía una personalidad que fue capaz de arriesgar todo lo de su familia conspirando contra Trujillo.
Lo conocí cuando era miembro de la Junta de Directores de una importante institución académica. Su voz, que salía como de las penumbras era, sin embargo, cálida y serena. No daba órdenes, pero esperaba que las cosas se hicieran. En esas reuniones de un organismo con dos docenas de miembros, era uno entre iguales.
Era una persona rara. Siempre bien vestido, sin embargo no parecía preocuparse por eso. Porque no hacía ostentación de sí mismo pocos sabían que se había graduado con honores en el prestigioso Massachusets Institute of Technology (MIT), como tampoco conocían de su pasión por el baile.
Tuvo la rara virtud entre los empresarios dominicanos de saber pasar a tiempo la antorcha a las nuevas generaciones de la familia, dándole así un nuevo empuje a los negocios familiares.
Celoso de su vida privada, era solidario con sus amigos y leal con aquellos que le ayudaron a mantener el emporio familiar.
Hoy se ha ido, luego de una larga y fructífera vida, pero deja el ejemplo de una persona que conocía perfectamente cuál era su papel en este mundo que cumplió cabalmente. La tierra le será leve.
atejada@diariolibre.com
Lo conocí cuando era miembro de la Junta de Directores de una importante institución académica. Su voz, que salía como de las penumbras era, sin embargo, cálida y serena. No daba órdenes, pero esperaba que las cosas se hicieran. En esas reuniones de un organismo con dos docenas de miembros, era uno entre iguales.
Era una persona rara. Siempre bien vestido, sin embargo no parecía preocuparse por eso. Porque no hacía ostentación de sí mismo pocos sabían que se había graduado con honores en el prestigioso Massachusets Institute of Technology (MIT), como tampoco conocían de su pasión por el baile.
Tuvo la rara virtud entre los empresarios dominicanos de saber pasar a tiempo la antorcha a las nuevas generaciones de la familia, dándole así un nuevo empuje a los negocios familiares.
Celoso de su vida privada, era solidario con sus amigos y leal con aquellos que le ayudaron a mantener el emporio familiar.
Hoy se ha ido, luego de una larga y fructífera vida, pero deja el ejemplo de una persona que conocía perfectamente cuál era su papel en este mundo que cumplió cabalmente. La tierra le será leve.
atejada@diariolibre.com