Una cosa era con Chávez y otra es con Maduro
La noticia de la venta de la deuda de Petrocaribe, nos confirma que una cosa era con Chávez y otra es con Maduro, a pesar de que aún no ha sido confirmado por nuestras autoridades, nos ha sacado de un sueño tremendo. Nos ha planteado de pronto, que sea posible que todo ese dinero que debemos, haya caído el hoyo negro de la corrupción. El país, sacudido con la invasión, pacífica hasta ahora, del vecino, se debate soñando con la prosperidad que la agricultura floreciente, que la vocinglería altiva de varillas y cementos levantadas por doquier en un desafío al cielo y un comercio cada vez más activo, surcado de carreteras asfaltadas, con el lujo de un Metro que se expande, pero sin una industrialización ni una preparación de la juventud para enfrentar los retos de la tecnología, hacen imaginar que esta sola noticia lo hace colapsar. Y nos hace preguntar ¿qué nos espera del otro lado de esa y las demás deudas tremendas que se han ido por el hoyo negro?
La respuesta es simple: vamos a colapsar como país. Nos esperan días terribles.
Esa monstruosa deuda nos recuerda todo lo que ocurrió en el siglo XIX. Hemos olvidado que las deudas públicas destruyeron y atrasaron el desarrollo de nuestro país, que con ellas de pretexto los imperios de la época nos impusieron dictaduras y ocupaciones territoriales. Los imperios protegen a sus empresas, sobre todo si los deudores son países pobres y pequeños. Un día los ocupan para cobrar o intervienen sus aduanas.
Nos negamos a aceptar que se repiten las lecciones de la Historia.
Ahora mismo, además de los problemas que tenemos, de tantos dominicanos sin techos dignos y sin ocupaciones decentes, sin una formación adecuada para enfrentar los retos de nuestro tiempo, cuando muchos nacionales que creíamos tales, han olvidado que esta tierra pertenece a hablantes en español, la mayoría cristianos militantes, y que como dijera un campesino de mi región frente a un colombiano que dijo que era extranjero: “tú no eres extranjero na, porque yo te entiendo a ti”, no recordamos que se trata de dos países netamente diferenciados y que a pesar de la Isla única e Indivisible, el sentimiento nacional está por encima de todo. Para los desavisados de aquí y de fuera, nuestros y del vecino país, recordemos, para no repetir lecciones que debimos aprender: (
“Escritos diversos” de Emiliano Tejera, Archivo General de la Nación y Banreservas, editora Búho, enero 2010), Guy Joseph Bonnet, General de División del ejército haitiano, ex ayudante de Rigaud, el 27 de diciembre de 1821, en una carta incluida en su libro
“Souvernirs históriques”, le escribió a Jean Pierre Boyer, antes de dar el paso de ocuparnos militarmente, señalándole las ventajas que eran, entre otras, el hecho de que el gobierno haitiano no solo por razones de seguridad sino para su prosperidad futura encontraría tierras incultas en abundancia, regadas por gran número de ríos considerables, montes inmensos cubiertos de maderas de construcción, una costa guarnecida por bahías magníficas, como la de Samaná, y una población de unas cien mil almas de las cuales las nueve décimas tenían su epidermis y por eso merecían una seria consideración.
Sin embargo, le advierte: “Pero si para obtener todas estas ventajas se necesita la fuerza de las armas, aunque la empresa sea fácil y el éxito seguro, pienso que el resultado será nocivo, y tal vez funesto, a los verdaderos intereses y a la seguridad futura de la República de Haití.”
Pasa entonces a detallar, que la parte Este ocupa el doble de la Occidental, con una población que era entonces la cuarta parte de la suya, y que si se ocupaba sin el consentimiento de la voluntad unánime, lejos de acrecentar su poder, lo debilitaría necesariamente, por los sacrificios que tendrían que hacer, entre ellos el agotamiento del tesoro público, la detención del progreso de la agricultura y el retardo de la propagación de las luces. En otras palabras, al no concentrarse plenamente en lo suyo, en superar las deficiencias y sobre todo las culturales, serían funestos los resultados.
La parte Este, para Bonnet: “No produce sino muy pocos géneros exportables, no puede alimentar sino un comercio muy mediocre”. Y que los gastos, siendo insuficientes las entradas, pesarían completamente sobre la República haitiana. Él llama indolente y poco industrioso al pueblo del oriente, que solo cultiva lo que necesita sin ir más allá. Y por eso, al ejército de ocupación habría que habilitarle almacenes y una caja militar.
Luego habla de la disciplina de su ejército para mantener el orden y evitar que cometiera abusos en los campos, produciendo, al poco tiempo los enemigos que se pretendían defender.
Sobre nuestra independencia, tiene un criterio claro: “Cualesquiera que sean las medidas que adopten definitivamente los haitianos del Este, la vecindad de su gobierno naciente ofrecerá siempre menos peligro a nuestra seguridad que la del rey de España. Además, los habitantes del Ese tienen más necesidad de nuestra ayuda que nosotros de la de ellos. Estará, pues, en su política, llevarse bien con nosotros, y en su prudencia no separarse de nuestra causa.”
No sé si leí bien estos dos párrafos que, naturalmente, Boyer no escuchó, y todo el problema (aparte de las aberraciones de principios de ese siglo), entre los dos países tiene ese origen. Se produjeron los enemigos que se pretendía defender. Y no solo eso, sino que “la parte Este ocupa el doble de la Occidental, con una población que era entonces la cuarta parte de la suya, y que si se ocupaba sin el consentimiento de la voluntad unánime, lejos de acrecentar su poder, lo debilitaría necesariamente, por los sacrificios que tendrían que hacer, entre ellos el agotamiento del tesoro público, la detención del progreso de la agricultura y el retardo de la propagación de las luces.” Con la invasión pacífica nos va a ocurrir a nosotros esa desagracia.
Podríamos decir ahora, mutatis mutandis: La parte oeste tiene en una tercera parte de la isla una población el doble de la nuestra y si ahora parece que somos pujantes y vamos viento en popa, todo eso es una ilusión, y pronto, con esto de la deuda externa en manos privadas, la realidad nos dará en la cara y no podremos ni deberemos mantener y sostener la hambreado multitud vecina, como pretenden los nuevos Boyer en otras dimensiones, es decir, los que están sordos frente a la realidad. Con los enemigos de adentro y los de fuera, lo que nos espera es la miseria absoluta en las dos partes. Tenemos al doblar de la esquina las doce plagas de Egipto. Una cosa fue con Chávez, pero otra ha ocurrido con Maduro, que ni nos advirtió su decisión, para nosotros buscar al comprador o meternos en un lío para ganarnos lo que se están ganando los adquirientes, ni ha tenido la cortesía de anunciar lo hecho. Con tales amigos, no necesitamos enemigos.