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Sentencia y frontera

Ahora que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dictado una sentencia en materia de nacionalidad y soberanía, injusta e irrespetuosa para este pueblo, que debería llevar al estado dominicano a repudiar a esa estructura supranacional, merece la pena hacer una mención sobre el libro “La frontera dominico-haitiana”, de la autoría de William Páez Piantini.

De su lectura se evidencia que a pesar de que la línea divisoria se delimitó primero por el Tratado de Aranjuez en 1776, y luego por el Tratado Dominico Haitiano de 1929 suscrito entre Horacio Vásquez y Louis Bornó, ha habido una determinación deliberada por la parte haitiana encaminada a ocupar terreno de la parte este de la isla, siendo ejemplos significativos los casos de las localidades de Hincha, San Rafael, San Miguel de la Atalaya y los terrenos de La Miel, estos últimos entregados por Trujillo en 1936 para aliviar el acoso de la población haitiana sobre estas tierras.

Esta presión ha continuado verbigracia en la zona cercana a Juana Méndez, ocupada por haitianos luego de la creciente que sacó de su cauce en 1943 al Río Dajabón, y más recientemente en la parte este del Lago Azuey o del Fondo, ya que el incremento de sus aguas ha borrado los hitos divisorios.

De modo que se está en presencia de un movimiento sistemático que posee varias pinzas: la penetración y ocupación sin pausa de nuestras tierras; la inmigración ilegal masiva; la destrucción de los bosques dominicanos para suministrar carbón y leña a los haitianos. Y ahora el intento maquiavélico de apropiarse del derecho soberano a definir y conceder la nacionalidad dominicana. Estas vías conducen, en último extremo, a la disolución de la nación dominicana.

No hay que descartar que la madeja de intereses creados, con apoyo internacional, depare en el futuro otras sorpresas inimaginables en contra del interés nacional.

De acuerdo al contenido de este libro hay necesidad de reponer y/o reparar todas las pirámides que conforman la línea fronteriza, y rehacer las que están sumergidas dentro de las aguas del Lago Azuey o del Fondo (las números 239, 240, 241 y 242). Treinta y seis de estas 313 pirámides están desaparecidas, y deberían reconstruirse y colocarse de nuevo. Si continúa dejándose al tiempo dará lugar a que se consoliden situaciones de hecho que siempre han terminado favoreciendo el reconocimiento del derecho de ocupación de tierras dominicanas en favor de Haití.

En la octava recomendación del autor del libro, en la página 549, puede leerse: “A ambos lados de la línea de demarcación fronteriza se observan construcciones y propiedades destinadas a viviendas o cultivos agrícolas por lo que se hace imperativa la necesidad de extender en toda la línea fronteriza desde Dajabón hasta Pedernales, la trocha de servidumbre reconocida a la carretera Internacional que consiste… en un espacio libre de 30 metros a cada lado del eje de dicha carretera, en donde nada se puede construir ajeno a ella…. en la actualidad hay más de 70 pirámides que están localizadas dentro de propiedades particulares, tanto de haitianos como de dominicanos.”

A ese respecto no estaría de más preguntarse si existe de verdad la carretera internacional o forma parte de la historia.

En la novena recomendación del autor del libro, se dice “La República de Haití ocupa, de manera ilícita desde finales de los años cuarenta, una porción del territorio dominicano próximo al poblado de Dajabón que hoy forma parte de la localidad haitiana de Ouanaminthe. Esto puede comprobarse colocando en su lugar de origen las pirámides gemelas No. 16 (desaparecidas desde el año de 1943 por una crecida del Río Dajabón), las cuales determinarían el curso legítimo de la frontera, que en este lugar determina el cauce del referido río. En razón a que los haitianos tienen más de medio siglo usufructuando el terreno a que hemos hecho alusión, pudiéramos cederlo llenando todas las formalidades nacionales e internacionales a cambio de las ocupaciones haitianas localizadas en la margen oriental del Lago del Fondo.”

O sea que, según el autor, hay ocupaciones de tierra dominicana por parte de haitianos en las inmediaciones del Lago del Fondo. Diferimos de la sugerencia de que se negocie el desalojo de esos invasores mediante un trueque de tierra por otras tierras, pues sería seguir legalizando la práctica haitiana de ocupar terrenos dominicanos, dejar que pase el tiempo y luego reclamar un derecho de ocupación. Pero, sobre todo disentimos de la actitud de estar siempre dispuestos a ceder ante la presión externa.

Es urgente restaurar a plenitud los atributos soberanos, poner cada cosa en su sitio según los intereses de la dominicanidad, y enmendar la penosa falta de reacción a través del tiempo que amenaza con hacer fundir nuestra nacionalidad con la del país vecino. Basta ya.