Ahora me dices mala...
Cuando somos concebidos o concebidas ya tenemos el color que nos definirá: Si es hembra, rosado, si es varón, azul. Aquí comienza todo de manera individual, pues a nivel de sociedad ya ha iniciado hace muchos siglos.
A medida que vamos creciendo e integrándonos al sistema familiar nos siguen trazando la pauta y el camino: a la hembrita le regalan juegos de cocina, bebés, planchas, escobitas y artículos para el cuidado del pelo, maquillaje, etcétera. Le dicen desde pequeña que debe cuidar a los hijitos, atender a otros y lucir bonita para que la quieran y acepten. Le permiten llorar cuando está triste o ha sido lastimada porque esas son cosas de mujeres. Deben ayudar en la limpieza de la casa y el cuidado de la familia, lavar su ropa íntima y TAMBIÉN lavar la de los hombres de la casa, aún cuando sean los hermanos.
A los varoncitos en cambio le regalan juegos de pelota, carritos, soldados, juegos que deben compartir con otros varoncitos para competir y demostrar cuál es el más fuerte, agresivo y violento, se refuerza que debe ganar y muy importante que no puede llorar si es lastimado, pues esas son cosas de mujeres o afeminados.
Los juegos de las niñas son para mantenerlas en un lugar, los juegos de los niños son para salir a explorar, a combatir, a conquistar…
A las hembras no se les permite hablar de novios, a ellos les preguntan cuántas novias tienen… Conducta que se refuerza con refranes típicos de "agarre su gallina que mi gallo anda suelto" o "los hombres son de la calle, la mujer de la casa"…
Al llegar el tiempo de comenzar la escuela se siguen reforzando estos patrones, los varones juegan en el patio para lograr ganar con fuerza y valor y, las hembras se sientan y observan porque las niñas no deben sudar ni ser agresivas.
En las clases de religión nos comienzan a decir que las culpables de todo el sufrir y padecer de la humanidad es por causa de la mujer que tentó al hombre, pero se obvia el que Adán no tuvo los cojones (o timbales o testículos, como prefiera decir dependiendo de su nivel de pudor) de decidir por él… Así se continúa manteniendo el discurso y lo multiplicamos: cuando son infieles es que la otra se le metió por los ojos; ¿qué hacemos? Culpar a la mujer. ¿Y esa mujer tiene algún compromiso conmigo para yo decir que ella me ha quitado algo, para decir que es una puta y otros epítetos a quien quizás también ha sido víctima del engaño? ¿Ha firmado ella algún contrato conmigo o me ha jurado fidelidad?
Y se sigue repitiendo la historia... Si decidimos no aguantar más abusos estamos destruyendo la familia; si ellos deciden seguir maltratándonos son locos o enfermos, y necesitan orientación psicológica y apoyo.
Somos las malas si seguimos aguantando, y somos las malas si decimos ¡ya basta!