Miedo
Somos una sociedad asustada. Que no crea el gobierno que Loma Miranda o la crisis eléctrica son su gran problema, que esos están asumidos en las contrariedades y las desilusiones del día a día. Es el miedo físico, el real.
Miedo a salir a la calle, a ser asaltados en la casa, miedo por el hijo que no vuelve temprano, al celular que alguien no contesta. Miedo a una ayuda doméstica, a un parqueador que se acerca con un palo. Miedo a ser asaltado al salir del banco, a parar en el supermercado, a no encontrar el vehículo al salir del cine. Temor a ir a la iglesia o al parque a primera hora o de juerga a la última de la noche. Miedo físico, real.
Miedo a que sea peor pedir ayuda a la policía que no hacerlo. Miedo al agente que detiene el carro, al militar que hace una seña. Miedo a que sean los jefes de la banda. Miedo a que no sirva de nada exponerse y denunciar, miedo a que sea peor defenderse o que haya represalias por hablar. Miedo físico, real.
Y miedo del otro, temor a que esto no se arregle nunca. Rabia por la sospecha del teléfono pinchado, del correo intervenido. Alarma por el presentimiento de que la corrupción no se va a terminar nunca, y ésta es la que hace a una sociedad inviable. Temor al futuro porque no hay trabajo, ni se vislumbra el momento en que habrá empleos buenos y seguros para los jóvenes que empiezan o para los mayores de 45, tan llenos de obligaciones.
Miedo a que estemos estancados y que ese mismo miedo nos paralice. Miedo a que nos acostumbremos.
IAizpun@diariolibre.com
Miedo a salir a la calle, a ser asaltados en la casa, miedo por el hijo que no vuelve temprano, al celular que alguien no contesta. Miedo a una ayuda doméstica, a un parqueador que se acerca con un palo. Miedo a ser asaltado al salir del banco, a parar en el supermercado, a no encontrar el vehículo al salir del cine. Temor a ir a la iglesia o al parque a primera hora o de juerga a la última de la noche. Miedo físico, real.
Miedo a que sea peor pedir ayuda a la policía que no hacerlo. Miedo al agente que detiene el carro, al militar que hace una seña. Miedo a que sean los jefes de la banda. Miedo a que no sirva de nada exponerse y denunciar, miedo a que sea peor defenderse o que haya represalias por hablar. Miedo físico, real.
Y miedo del otro, temor a que esto no se arregle nunca. Rabia por la sospecha del teléfono pinchado, del correo intervenido. Alarma por el presentimiento de que la corrupción no se va a terminar nunca, y ésta es la que hace a una sociedad inviable. Temor al futuro porque no hay trabajo, ni se vislumbra el momento en que habrá empleos buenos y seguros para los jóvenes que empiezan o para los mayores de 45, tan llenos de obligaciones.
Miedo a que estemos estancados y que ese mismo miedo nos paralice. Miedo a que nos acostumbremos.
IAizpun@diariolibre.com