Verdades y mentiras
La campaña no podía empezar peor. Si lo escuchado y visto en estos días va a ser el tono general... o acabamos a trompadas o la abstención subirá peligrosamente. Difamar y espiar no sirven para combatir la corrupción. Hacerse la víctima, socializar la responsabilidad o insultar a periodistas, tampoco.
Pero si aún es habitual acusar en público -con o sin pruebas- en vez de acudir directamente a los tribunales es porque la lucha contra la corrupción -el gran problema- ha fracasado dolorosamente.
Admirable, la consistencia demostrada por los partidos que han llegado al poder, al defender a "sus" corruptos preferidos. Los miman y disculpan... hasta llegar a donde hemos llegado.
Hoy, tan preocupante como las acusaciones que se escuchan, es comprobar que la sociedad está maliciosamente dispuesta a creer cualquier cosa que se diga, con pruebas o sin ellas.
Los gobiernos deben luchar contra la corrupción sin tibieza, que para algo controla las instituciones. Muy al contrario, las utilizan como tapón de expedientes, como coartada de su fingida transparencia, para marear el escándalo hasta que se olvide. Luego se lamentan de tener que defenderse de la "presunción de culpabilidad" que ensombrece a casi todos los políticos.
Esta campaña ha empezado bronca, con furibundos ataques a políticos y elaboradas tramas contra periodistas. Y hay culpables: todos los que, en su turno y desde el poder, han permitido que los niveles de nepotismo, impunidad, enriquecimiento ilícito y abuso de poder sean insoportables.
IAizpun@diariolibre.com
Pero si aún es habitual acusar en público -con o sin pruebas- en vez de acudir directamente a los tribunales es porque la lucha contra la corrupción -el gran problema- ha fracasado dolorosamente.
Admirable, la consistencia demostrada por los partidos que han llegado al poder, al defender a "sus" corruptos preferidos. Los miman y disculpan... hasta llegar a donde hemos llegado.
Hoy, tan preocupante como las acusaciones que se escuchan, es comprobar que la sociedad está maliciosamente dispuesta a creer cualquier cosa que se diga, con pruebas o sin ellas.
Los gobiernos deben luchar contra la corrupción sin tibieza, que para algo controla las instituciones. Muy al contrario, las utilizan como tapón de expedientes, como coartada de su fingida transparencia, para marear el escándalo hasta que se olvide. Luego se lamentan de tener que defenderse de la "presunción de culpabilidad" que ensombrece a casi todos los políticos.
Esta campaña ha empezado bronca, con furibundos ataques a políticos y elaboradas tramas contra periodistas. Y hay culpables: todos los que, en su turno y desde el poder, han permitido que los niveles de nepotismo, impunidad, enriquecimiento ilícito y abuso de poder sean insoportables.
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