Las cámaras ayudan a la solución de grandes crímenes

SANTO DOMINGO. La República Dominicana se ha convertido en una de las naciones del continente mejor vigiladas por un moderno sistema de cámaras instaladas en las principales ciudades del país, que incluso han ayudado enormemente a resolver grandes crímenes que han consternado a toda la sociedad.

Dos de los crímenes más recientes que fueron aclarados por la Policía con la ayuda de este sistema de cámaras, fue el que cometió Ambioris Nepomuceno Rodríguez, acusado de matar a la abogada Paola Languasco, en Santiago, hace casi un mes, y el del comunicador Blas Olivo.

En este último caso, en un vídeo que presentó la Policía, se ve claramente cuando el comunicador sale de Caracol, en Bonao, donde participó en una misa a la memoria de su madre, llega a la autopista Duarte, coge con rumbo a Santo Domingo, y al llegar frente a una ferretería, se ve cuando una yipeta marca Toyota Highlander, de color gris, lo choca, para interceptarlo, y lo montan en el asiento de atrás.

Las cámaras instaladas, más de dos mil, están al servicio del Sistema Nacional de Emergencias 911, y monitoreadas por agentes de la Policía especializados en este sistema.

Sólo en la capital hay más de 700, instaladas en los principales sectores como Capotillo, Herrera, toda la avenida 27 de Febrero, todos los elevados, (aquí hay por lo menos diez en cada uno), avenidas Lincoln, Kennedy, entrada de Los Alcarrizos, Kilómetro 9 de la autopista Duarte, autopista 6 de Noviembre, entre otros.

Durante las investigaciones que llevaron a atrapar la banda que según la Policía mató a Olivo, se puede ver cuando las dos yipetas, la de Blas y la Highlander, transitan por un camino campestre, luego salen de ese lugar y desaparecen. Otro vídeo muestra la misma banda robando la Factoría de Arroz Miranda, en El Pino de La Vega, y luego se vuelve a ver asaltando un médico, montándolo, al igual que al periodista, en la parte trasera de su propio vehículo, y a un grupo de la banda siguiendo detrás en una camioneta Toyota Tundra.

Adonis Santiago Díaz