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Padres de la cardiología dominicana

Maestros de la cardiología dominicana, el Dr. Angel Chan Aquino y el Dr. Guarocuya Batista Del Villar, fueron los primeros dominicanos en recibir una placa por la Asociación de Cardiología Americana (junto al Dr. Héctor Mateo) al ser investidos como ‘fellow’ de la American College of Cardiology, gracias a sus importantes contribuciones en el campo de su especialidad en su país.

Pero ambos pueden decir con orgullo que también han sido profetas en su propia tierra. Recientemente recibieron el Premio Nacional de Medicina. Sus aportes en cardiología no sólo han contribuido a fortalecer este área en nuestro país sino que han traspasado las fronteras, y sus muchos reconocimientos así lo confirman.

[b]Padre de la cirugía cardíaca moderna[/b]

Originalmente pretendía ser escritor. Su meta era Pedro Henríquez Ureña, y en su juventud llegó a tener el reconocimiento como miembro del Comité Cultural Argentino, junto a otros compañeros, como Mariano Lebrón Saviñón, por su aporte al desarrollo de América Latina, pero el destino quiso, para beneficio de muchos, que terminara estudiando y ejerciendo la medicina. "Siendo el mayor de la casa, y mi padre con problemas en su comercio, tuve que buscar algo que fuera humanista pero produjera dinero rápido, porque no sabía si mis libros iban a pegar o no… y estudié medicina".

Se gradúa en el año 1949, en la Universidad de Santo Domingo, con una especialidad en cirugía cardíaca en Filadelfia, y un tercer año de estudios en Montreal (Canadá). A su regreso llega con la pretensión de formar un Instituto Dominicano de Cardiología, con acceso a todas las personas, sin importar su condición económica. "Aquí no se hacían todavía cirugías de corazón abierto por manos dominicanas, y cuando el Dr. Guarocuya llega al país nos unimos, por tener el mismo propósito, y comenzamos a hacer una renovación de la cardiología que, en esa época, tanto desde el punto de vista clínico como quirúrgico, estaba un poco fuera de lugar todavía".

La amistad entre el Dr. Chan Aquino y el Dr. Guarocuya Batista surge a través de una interesante anécdota. Cuando Batista llega al país de Washington, le recomiendan publicar un anuncio sobre sus servicios, que el Dr. Chan lee ávidamente, y decide visitarlo. "Yo le pregunto, ¿es verdad que tú hiciste todo lo que dice ahí? A lo que Guarocuya responde: no, yo hice más, lo que pasa es que el anuncio es muy caro".

Hablando, se dan cuenta de que ambos ambicionaban lo mismo, formar un Instituto Dominicano de Cardiología, que crean bajo el esquema norteamericano con una división clínica, encabezada por el Dr. Batista, y una división quirúrgica, por el Dr. Chan Aquino. Allí se practican los primeros catererismos en niños; el cateterismo arterial percutáneo, técnicas de opacificación, angiocardiografías… siendo los creadores de la primera residencia médica, la residencia de la especialidad de cardiología, que todavía perdura.

Entre sus aportes están haber sido los precursores en este tipo de cirugías, que hoy en día son bastante frecuentes, así como el cateterismo de las arterias coronarias y los primeros en comprar los equipos. "En esa época, años 70, sólo había nueve países en América Latina haciendo este tipo de procedimiento y cirugía, incluyendo EEUU".

Conforme se desarrollaba el Instituto Dominicano de Cardiología, el Dr. Chan fundó su propia clínica, que lleva su nombre, así como el Instituto del Corazón, donde nace el servicio de cardiología del Hospital Gautier. Funda también el servicio de cirugía cardíaca del Hospital Jose María Cabral en Santiago.

El Dr. Chan Aquino es, asimismo, el padre de la cirugía cardíaca moderna en este país, y el primero en realizar una cirugía coronaria y de puente coronario, que inventó René Favaloro en Argentina.

A sus 81 años todavía ejerce la docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en materia de cirugía cardíaca. Son ya 38 años enseñando, a tiempo que acude a su consulta y opera. Su pasión por la literatura no ha mermado y actualmente está escribiendo la historia de la cardiología dominicana, además de un libro más personal y una novela.

Gran investigador, tras años de estudio, es el descubridor de una válvula biológica para el corazón, lo que le valió ser reconocido como miembro de la Sociedad Cubana de Cardiología y de la Sociedad Mexicana de Cardiología.

Recientemente reconocido con el Premio Nacional de Medicina, el Dr. Chan siempre ha asegurado, "y quiero que lo pongan en mi epitafio, la riqueza es solamente útil cuando beneficia a la comunidad, y de los médicos que más dinero han ganado aquí he sido uno, si lo hubiera invertido o aceptado ciertas ofertas, unas honestas y otras no, tuviera muchos millones de dólares, pero esa no fue mi finalidad". Y es que nada más graduarse se prometió a sí mismo que si al final de su vida profesional era un hombre muy rico pero no tenía ningún prestigio como médico, habría fracasado. "Prefería ser prestigioso por alguna labor hecha, con dinero o sin dinero; y aunque no sea modesto decirlo, creo que ha sido así porque he sido reconocido tanto dentro como fuera de mi país".

[b]El cardiólogo poeta[/b]

Mientras estudiaba su segundo año de medicina en la Universidad de Santo Domingo, descubre las grandes publicaciones mexicanas de cardiología, que en aquel momento, 1952, estaban siendo una verdadera revolución en su área. En ese momento decide especializarse en cardiología y, tras ganar un concurso literario, por estudiar en la Alianza Francesa, consigue una beca para irse a estudiar a París, con una sola idea en su mente: formar el Instituto Dominicano de Cardiología.

En Francia, y durante un proyecto de investigación, reconstruye un corazón embrionario, descubrimiento publicado en algunas revistas médicas galas, y más tarde en otros países, gracias a su padre, que buscó un amigo que lo tradujo y lo llevó a la prensa. "Cuando digo mi nombre, todo el mundo me dice: ¡ah, tú fuiste el que descubrió un hoyo en el corazón…"

Al terminar sus estudios, y en vista de que Trujillo seguía en el poder, decide no regresar y aceptar una posición de investigador, para conpletar su adiestramiento, en Washington, en la Howard University, donde pasa cuatro años.

A su regreso al país, además de formar junto al Dr. Chan Aquino el Instituto Dominicano de Cardiología, le toca jugar el papel de Secretario General Ad Hoc del Colegio Médico Dominicano, durante el gobierno revolucionario de Caamaño.

"En vez de regresar de EE.UU. con un carro regresé con catéteres, agujas e instrumentos para implementar mis ideas", aprendidas de su profesor André Cournan, Premio Nobel de Medicina y desarrollador del cateterismo cardíaco humano.

Guarocuya Batista fue rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo de 1976 a 1978, ejerciendo también la docencia en materia de cardiología. Ha escrito 14 libros, no todos de medicina, porque también es poeta. Entre los más prestigiosos están "Hipertensión Arterial Sistémica"; "Electrocardiografía Clínica", que está agotado; y acaba de terminar la actualización, 17 años después, de un clásico con el que se han formado todos los médicos, especialistas o no de este país, "Urgencia médica", del que es editor y autor de 10 artículos: un proyecto caribeño que armó en 1976 y en el que colaboraron autores puertorriqueños, cubanos y dominicanos.

Fundador del Centro Cardiovascular privado, introduce la telemedicina en este país, y cambia la estructura al modelo asistencial de la unidad de cuidado coronario americano, por una sencilla razón: "porque no teníamos enfermeras graduadas y las reemplacé por estudiantes de término brillantes adiestrados. Gracias a eso el Dr. Batista ha viajado mucho para explicar por qué él tenía un 12% de mortalidad y los norteamericanos un 18%…".

Su reconocimiento más reciente, y el que le llena de más orgullo, es el que le ha otorgado la universidad donde estudió, la UASD, al poner su nombre al aula por donde pasan todos aquellos que estudian medicina.