El colapso callado de los bosques de La Española
El caso de La Española explica cómo la explotación de los recursos naturales afecta el desarrollo de los dos países que aloja
Jake Kheel y Juan Mejía Botero
SANTO DOMINGO. Cuando iniciamos la filmación de nuestro largometraje documental “Muerte Por Mil Cortes” nunca imaginamos que el carbón vegetal, un combustible de cocina elaborado en un laborioso proceso de humear troncos de árboles, tendría el potencial de causar tantos problemas. La película inicia con la investigación del asesinato de un forestal dominicano presuntamente a manos de un productor de carbón haitiano dentro del Parque Nacional Sierra de Bahoruco.
El asesinato se convierte en una manifestación del conflicto por los recursos forestales limitados y un símbolo de un potencial conflicto entre los dos países que comparten la isla La Española. La película es una exploración de las consecuencias humanas y ecológicas de gran alcance - pero que a menudo son ignoradas- y de la lucha por los recursos naturales.
La isla La Española, compartida por la República Dominicana y Haití, es un caso de estudio único que explica cómo la explotación de los recursos naturales puede afectar directamente el desarrollo de una nación. La forma en que los dos países históricamente han manejado sus recursos naturales explica en parte su progreso y desarrollo. Haití actualmente tiene menos de un 2% de cobertura forestal y es el país más pobre del hemisferio oeste. La República Dominicana, con estimados entre 25-39% de cobertura boscosa, se ha convertido en una de las economías más estables y con mayor crecimiento en la región y es frecuentemente utilizada como ejemplo de conservación ambiental.
En los años sesenta, la República Dominicana, preocupada por el efecto del rápido avance de la deforestación y resuelta a modernizar su economía, aplicó políticas rigurosas para proteger sus bosques: subsidió el gas propano y distribuyó estufas de gas en zonas rurales; prohibió la producción y uso de carbón vegetal, cerró una gran parte de los aserraderos, y puso el manejo de sus áreas protegidas y bosques bajo control militar.
Durante el mismo periodo, Haití logró pocos avances en la protección de sus bosques y en proveer alternativas al carbón y leña como combustible, los cuales continúan hoy en día como la fuente primaria para cocinar en todo el país. Mientras los bosques de Haití desaparecían rápidamente, numerosos ríos se redujeron a pequeños arroyos o se secaron totalmente, mientras muchos de los suelos productivos para la agricultura se erosionaron y se degradaron. A través de los años, la producción de carbón se ha expandido por el país entero y existe poca duda de que la presión extrema sobre la tierra es un factor importante que exacerba la pobreza.
En el transcurso de los últimos años trabajando en la película, vimos cómo la ausencia de árboles en Haití se ha traducido en producción de carbón con cortes de madera cada vez más pequeños, ramas, y en casos, hasta raíces de árboles desenterradas. Al no contar con bosque, Haití depende cada vez más de los bosques dominicanos para abastecer su demanda de carbón.
Debido a que el comercio transfronterizo de carbón es considerado contrabando en República Dominicana, es difícil conseguir datos confiables de las cantidades de carbón que cruzan la frontera ilegalmente a diario. Sin embargo, todos los indicios señalan que es un negocio bastante lucrativo. En nuestras investigaciones vimos miles de sacos de carbón almacenados y luego cargados en camiones con destino a Puerto Príncipe semanalmente. Como nos comentó un oficial dominicano, el comercio ilegal de carbón es comparable al tráfico de drogas en otros países. Mientras exista una demanda, habrá oferentes dispuestos a suplirla.
La rentabilidad del tráfico de carbón ilegal ha significado que ya su comercialización no se limite a pobres agricultores haitianos que cruzan la frontera en las montañas dominicanas más altas y remotas para aprovechar los bosques. Aunque los haitianos son responsables, en parte, del tráfico ilegal de carbón, dominicanos con influencias y con su propio transporte y redes de distribución han desarrollado una producción a una escala casi industrial, aprovechando los bosques secos de los terrenos bajos del país.
Más alarmante aun, lo que era una actividad totalmente ilegal en la República Dominicana, recientemente ha adquirido una cuasi-legalidad confusa y enredada bajo el pretexto de producción sostenible. Obtuvimos copias de permisos emitidos por el Ministerio de Medio Ambiente autorizando la producción masiva de carbón para exportación en más de 40 hectáreas de bosque seco (124,649 árboles) a un solo propietario. En otros documentos oficiales de las Aduanas dominicanas que conseguimos, se demuestra que en 2015 la República Dominicana documentó una exportación de 2,800 toneladas de carbón a Estados Unidos, Europa y Haití, entre otros países.