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Minimansiones hacen resurgir la arquitectura indígena "neoandina" en Bolivia

"Son una nueva burguesía aymara que migró del campo y logró éxito en el comercio", dice antropólogo

EL ALTO, Bolivia.- Con su estilo barroco y atrevido, lleno de símbolos andinos, las minimansiones que afloran en las calles de El Alto, la pujante ciudad pegada a La Paz que crece a paso acelerado, no pasan inadvertidas.

Identifican a nuevos ricos indígenas, muchos de ellos comerciantes informales que hicieron fortuna vendiendo cosas en la calle. Sus propietarios a menudo invierten millones de dólares en edificios opulentos y gastan fortunas en salones de bailes con colores brillantes.

"Son una nueva burguesía aymara que migró del campo y logró éxito en el comercio", a la que además le gusta ostentar su cultura a la par que su poder económico, dice el antropólogo jesuita Xavier Albó.

Las minimansiones combinan arquitectura moderna con diseños tradicionales y reflejan sobre todo dos cosas: la riqueza de los dueños y su condición de aymaras. Hay unos 120 edificios de ese tipo en Bolivia, la mayoría de ellos en la gigantesca barriada pobre de El Alto, según la historiadora de la arquitectura Elisabetta Andreoli, quien describe el estilo como "neoandino". Y hay muchas más bajo construcción.


La mayoría surgieron tras la llegada a la presidencia de Evo Morales, el primer gobernante indígena del país, un aymara, en el 2006. Y coinciden con un modesto boom económico, producto de los buenos precios de las materias primas, y de un creciente orgullo que sienten los aymaras por su cultura. La industria de la construcción creció un 8,6% el año pasado, a un ritmo que es dos veces el del crecimiento económico en general.

Descendientes de los tiwanacotas, uno de los pueblos andinos más antiguos, los aymaras nunca fueron sometidos, ni siquiera por los incas, y se expandieron por el norte de Chile, el sur de Perú y en Bolivia son la etnia más influyente. El Alto es su hechura.

 

"Yo soy una mujer aymara orgullosa de mi cultura, alegre y llena de colores. Entonces, ¿Por qué mi casa no puede mostrar lo que yo soy?", dice Rosario Leuca, una vendedora de comida que está construyendo su edificio de siete plantas.