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La mariposa y el impuesto

Hay un impuesto que sufriría su tercera gran transformación si es aprobada la reforma tributaria propuesta.

Comenzó su existencia en 1988 como un impuesto cuyo objetivo era gravar el lujo y la ociosidad. Su nombre así lo hacía constar, pues mencionaba el lujo al referirse a las "viviendas suntuarias", y al ocio en cuanto a que incluía a los terrenos urbanos no edificados. Se dijo en ese momento que el impuesto iba realmente a promover que se construyeran más viviendas de menor costo, dirigidas a las clases baja, media y media-alta, no sólo porque las eximía del pago sino porque estimularía que se desviara hacia ellas parte de lo que se estaba invirtiendo en las de lujo, a la vez que serviría de estímulo para que los dueños de terrenos ociosos desarrollaran proyectos en ellos.

En el 2004 se transformó en un impuesto a la propiedad inmobiliaria, aunque la Ley conservó su nombre original. Ya no eran sólo viviendas y terrenos los gravados sino cualquier inmueble. Se dijo de nuevo que las viviendas de menor costo no sólo no serían afectadas sino que podrían ser favorecidas, porque en lugar de preferir locales comerciales o de oficinas los inversionistas construirían o comprarían más viviendas exentas, aunque fuese para arrendarlas, lo que aumentaría la oferta de ellas y reduciría el nivel de los alquileres.

Ahora viene su tercera transformación. Aunque tampoco cambie de nombre, su esencia se modifica. Pasa de ser un impuesto a la propiedad a ser un impuesto al propietario, pues el monto a pagar no se calculará sólo en base al inmueble sino que dependerá de si el dueño tiene o no tiene otros inmuebles. Y ya no se podrá decir que favorece a la oferta de viviendas de costo bajo, medio y medio-alto para fines de alquiler.

Las mariposas también se transforman. Son primero orugas y luego crisálidas, pero en su forma final son mucho más bellas que en sus etapas anteriores.

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