Actitud del FMI
El Fondo Monetario Internacional (FMI) de hoy no es el mismo de hace 10 años. Sacudido en sus cimientos conceptuales por las vicisitudes económicas de los países que dirigían sus políticas, el Fondo tuvo que cambiar de actitud. Puso más énfasis en medidas "anticíclicas", permitió financiamientos extraordinarios a gobiernos y desarrolló una inédita sensibilidad para con los padecimientos de familias y empresas.
Pero todo eso sucedió por y para las naciones avanzadas que por su participación en el capital del Fondo controlaban la mayor parte de los votos. Se diría que países como el nuestro se beneficiaron de esa actitud más comprensiva, pero hay que entender que ese cambio no significa que el FMI se haya convertido en un organismo promotor del desarrollo del tercer mundo.
Es importante distinguir entre políticas de estímulo y políticas de desarrollo. Las políticas respecto de las cuales el Fondo es ahora más permisivo son aquellas dirigidas a reactivar aparatos productivos temporalmente frenados por una recesión. Son las que se ajustan a situaciones en que gobiernos enfrentan caídas transitorias en las recaudaciones tributarias, en que las exportaciones son afectadas por descensos coyunturales en la demanda, en que ocurre un descenso anormal en el valor de acciones, bonos y propiedades, en que el crédito se cierra debido a deterioros pasajeros en la calidad de la cartera de los bancos, en que hay un retroceso en el flujo de inversiones externas, o en que eventos súbitos en los mercados de productos generan oscilaciones imprevistas en los precios de los bienes básicos.
El FMI ha variado su forma de enfrentar ese tipo de situaciones. Pero en cuanto a su enfoque en relación con los problemas más específicos del subdesarrollo económico, como la indigencia, marginalidad, inequidad, ignorancia, inseguridad e insalubridad, el Fondo los pondera, comprende y lamenta, pero no son de su incumbencia prioritaria.