En Jean Louis David Sto. Dgo., jaque mate al diseño convencional
Su diseño de interiores, cifrado en lineamientos rectilíneos y blanquinegros, ganó la partida.
La infraestructura emplazada en el número 24 de la avenida Sarasota se convirtió, durante nueve meses, en el tablero de ajedrez del diseñador de interiores Andrés Aybar. Allí, movió sus piezas sobre unos lineamientos rectilíneos y blanquinegros, que le hicieron ganar la partida al ambientar al Jean Louis David Santo Domingo.
Quién diría que Jean Louis David, una franquicia de talla mundial, con más de 1,000 peluquerías diseminadas en nueve países, elegiría al Caribe como sede para enclavarse en Latinoamérica… Aunque, a decir verdad, no es de extrañar que esta cadena francesa decidiese abrir su nuevo salón y spa en Santo Domingo, como punto estratégico para expandir su marca.
El rótulo del Jean Louis David se exhibe actualmente en el sector La Julia sobre un imponente local, ubicado en un terreno de aproximadamente 1,780 metros cuadrados. Desde allí, los propietarios de la franquicia en el país, se rodearon de un dream team de profesionales que diseñaron y ambientaron la infraestructura bajo la dirección de Andrés Aybar, quien a través de su compañía El Estudio también manejó el concepto, el diseño y la ejecución general de los interiorismos, así como la proyección de la fachada de Jean Louis David Santo Domingo.
En la distribución del primer nivel de la edificación, donde está ubicada la peluquería, trabajó la arquitecta Mariel Asencio; en la escalera y la distribución del segundo piso, donde está el spa, estuvieron a cargo Nicola Stocco, de Eurostone, y los arquitectos Miguel Henríquez y Eduardo Álvarez. Mientras que, de la supervisión general de la obra, tanto de la peluquería como del spa, se encargó el arquitecto Zoilo Parra; y la iluminación corrió por cuenta de Andrés Aybar, de El Estudio, conjuntamente con Rosadela Serulle, de Idaluce.Si bien este espacio comercial debía mantener sus lineamientos universales, en cuanto al diseño conceptual y la decoración de esta cadena, no menos cierto es que en Santo Domingo sus propietarios y el diseñador de interiores tenían planes de agregarle un toque extra a los colores blanquinegros distintivos de la firma, a la elegancia imbricada con la sencillez, y a la modernidad aunada con la tecnología. Ese plus se produjo, en parte, con la implementación del acento vernáculo, impreso en todo el local a través del diseño y la fabricación de algunas piezas mobiliarias, y de otros ornamentos de manufactura criolla.
De ese modo, Aybar aceptó el reto de fusionar libremente estilos y texturas; de crear espacios puros, limpios y rectos, pero con cierto movimiento; y de matizar de blanco y negro la peluquería y spa Jean Luis David Santo Domingo.
Un templo de la belleza
Años atrás, el edificio de dos niveles que hoy alberga a Jean Louis David Santo Domingo era un espacio residencial que, casualmente, encajó a la medida con este proyecto por su estructura contemporánea. Al igual que el interiorismo de esta peluquería y spa, la construcción es rica en volúmenes, texturas y composiciones; y juega a plenitud con las formas geométricas. En la fachada de este local, un mural del artista plástico Antonio Prats Ventós fue preservado para exhibirse, mientras un cuerpo sólido en porcelanato negro permite estar frente al gran logo del Jean Louis David y disfrutar de una fuente apostada en un lateral de este paramento exterior principal, que también se reviste de porcelanato negro y cuenta con una boca de acero inoxidable por donde el agua cae en cascada a diferentes alturas.
Una vez en el interior y tras recorrer un pequeño pasillo, que iluminado indirectamente contrasta y realza los colores blanquinegros de la franquicia, se avistan el counter, una sala de espera y la tienda; en esta última, el mobiliario está inspirado en las composiciones geométricas de las pinturas de Piet Mondrian, y permite a la franquicia internacional exhibir, vender y almacenar sus productos para el cabello.
Ya en el counter, un mueble trabajado con perfiles verticales en roble blanco rasgado evoca una línea bastante minimalista que se hace acompañar de espejos, que prodigan transparencia, amplitud y retroproyección en el espacio. Aquí la iluminación es muy puntual y se presenta a través de luminarias LED, mientras los zócalos están enmarcados dentro de una madera color wengue, para contrastar con la nívea tonalidad circundante.
En la primera sala de recepción, el mobiliario imperante es el único toque clásico en todo el local y los ventanales son paneles acrílicos negros que, giratorios y rotulados en vinil plateado, fungen también como una vitrina al ser vistos desde afuera.
Para dirigirse a la peluquería hay que atravesar un pequeño puente de madera sobre un río (disecado) de piedras, y para subir al spa se accede por un escalera flotante cuya estructura está inspirada en una columna vertebral. En el ínterin, una cabina VIP espera por aquellos clientes que prefieren recibir todos los servicios de esta cadena internacional, pero en privado.
Del otro lado del puente, un pequeño bar con un mueble similar al del counter, pero con perfiles horizontales, es contiguo a otra sala de espera, desde donde se pasa hacia el área de lavado y secado. Allí, un sofá modular tipo lounge y en forma de “L”, se hace acompañar de dos butacas y de tres mesas de cristal que, en niveles diferentes, varían sus composiciones según se prefiera.
Al frente está el “laboratorio del color”, donde se preparan, se aplican y se retiran los tintes. En esta área se luce un impecable piso de porcelanato blanco y tres sillas Mademoiselle, diseñadas por Philippe Starck, que le dan el único toque de color al establecimiento.
Una vez en el área de corte y secado/manicure y pedicure, el piso es blanquinegro y las lámparas colgantes, colocadas de manera asimétrica, están confeccionadas en finas láminas de madera natural con un acabado de color blanco. Asimismo, la presencia de un mobiliario importado se manifiesta a través de las diez estaciones de secado y de los lavacabezas eléctricos, que pertenecen en su totalidad a la firma italiana Maletti by Philippe Starck.
Accediendo al nivel medio, la cabina de maquillaje combina la iluminación blanca y la incandescente para retocar simultáneamente a dos clientes, cómodamente sentados en un par de sillones de la línea Maletti, de Philippe Starck.
En el fondo, está el área de caballeros. Esta presenta un moblaje en cuero y en color wengue (también de la línea Maletti by Philippe Starck) y dotan de masculinidad al espacio junto a un par de espejos que se enmarcan con un wallpaper de fondo, el cual prodiga un estilo semi-retro. Adicionalmente, un baño, una sala, un área de lavacabezas y un balcón con su pergolado se codean con un bar que cuenta con un par de stools en blanco.
Al subir al spa, dos cabinas permiten que el cliente se duche “al aire libre”, bajo un pergolado con enredaderas, donde se fusionan el estilo oriental y el moderno. En otra área, una cabina de relajación, con un piso trabajado en madera de palo de rosa, se presta para acostarse y relajarse hasta pasar a la ducha o a los vestidores. Allí, los paneles divisorios son importados y delimitan visualmente a cada cabina por medio a una especie de visillos, dentro de una estancia con música ambiental donde no faltan las frutas, los jugos naturales, el agua y las infusiones de té.
No cabe duda de que la volumetría, el simplismo, la iluminación, y los muebles y artículos firmados por prestigiosos diseñadores, fueron algunas de las piezas que los dueños y los profesionales que diseñaron y ejecutaron el proyecto Jean Louis David Santo Domingo movieron estratégicamente para darle “jaque mate” al reto de ambientar un espacio nunca antes visto en el país.