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Buena vida

Un espacio “isleño-contemporáneo” en Las Terrenas

Este penthouse samanense fue capaz de integrar el océano y las montañas a su interiorismo

Como un verdadero mirador al Océano Atlántico (al Norte) y a las montañas (al Sur), este penthouse del proyecto Balcones del Atlántico, en Las Terrenas, fue capaz de integrar esta ambivalencia medioambiental a lo interno de su infraestructura.

En cuanto llegó a este apartamento, con los planes de redecorarlo, el diseñador de interiores Andrés Aybar solo tuvo que echar un vistazo a su entorno para encontrar su fuente de inspiración, con la que sella cada uno de sus trabajos. La masa oceánica y el sistema montañoso, que enmarcan el proyecto de construcción donde se encuentra enclavado este espacio residencial, se constituyeron en los verdaderos responsables de que la ambientación preservase y reverenciase a la naturaleza circundante.

Balcones del Atlántico, situado entre Las Terrenas y Portillo, proveyó de un paquete totalmente amueblado a la joven familia que pasó a ser la propietaria de esta infraestructura de dos niveles. “Cuando conocimos este apartamento en un viaje familiar a Las Terrenas, quedamos prendados. Fue amor a primera vista”, expresan este matrimonio y sus tres hijos, que sin embargo querían darle un sello más personalizado a los 360 metros cuadrados que habrían de convertirse en su segundo hogar, y ése fue el momento en el que Aybar entró en escena.

Metamorfosis “isleño-contemporánea”

A la hora de darle un nuevo giro a la decoración de este apartamento no sólo fue necesario analizar pormenorizadamente qué artículos e implementos se iban a reutilizar y cuáles se habrían de adquirir, sino que la opinión de los propietarios resultó ser un factor determinante para la toma de todas las decisiones.

Según este profesional, “el estilo es isleño, porque los elementos están por doquier en la playa; ramas, fibras, conchas y cocos, por mencionar algunos, son cien por ciento nativos. Mientras que también resulta contemporáneo, porque responde a las nuevas tendencias, incluyendo piezas que originalmente eran rústicas y fueron modernizadas”.

De ese modo, la decoración comenzó a rotar en torno al tema natural. Lo marino aunado con lo verde incidió en la elección de una paleta de color matizada por una degradación tonal proveniente del entorno. También influyó en la selección del print, en que las telas contasen con motivos de hojas, ramas y elementos marinos; y en la presencia de caracolas, peces y estrellas de mar, entre otros, en cada una de las estancias.

“Ya nada es como antes…”

Del apartamento de playa original hoy solo existen algunos muebles y la funcionalidad con el que fue concebido y ambientado desde el principio. Por lo demás, todo cambió en su interior: el azul turquesa de sus paredes, vigas y columnas; los adornos en sentido general (los tapices, cojines, cortinas, visillos, cubrecamas, tramos flotantes de los baños, lámparas…).

Aunque el comedor permaneció en el mismo lugar, la sala cambió radicalmente. En esta área, que funge como el eje central de la infraestructura, la pared que respalda a la televisión de este salón exhibe un revestimiento en fibra de rafia que rompe con la uniformidad del azul turquesa imperante, para crear una mezcla de texturas en colores sólidos.

Los acentos, tanto en verde lima a través de los cojines, como en azul laqueado sobre los espejos decapados a la antigua, imbrican a la sala con el paradisíaco exterior samanense. La preponderancia de las alfombras en sisal, la rafia en las paredes, las maderas con rusticidad y contemporaneidad, el rattán en el mobiliario y el mimbre en las lámparas, orienta claramente a esta vivienda hacia el uso de los materiales nobles y hacia la naturaleza.

Tanto las áreas de la sala y el balcón están salpicadas de azul (turquesa y aqua), verde lima y marrón, prodigándole a cada una la frescura y naturalidad propias del entorno. En el balcón, las butacas, las consolas en azul (envejecidas intencionalmente) y los cojines decorativos enarbolan esas tonalidades, pues las paredes en este mirador debían preservar la línea cromática del resto de balcones del proyecto.

En las habitaciones también se hicieron algunas modificaciones, pues la habitación central se convirtió en la de huéspedes; la principal pasó a ser la de los niños y la más pequeña pasó a ser la master room. Sin embargo, lo que caracteriza -en líneas generales- a todas las áreas de este penthouse es su nivel de intercomunicación, tanto en los ambientes como en los espacios. La terraza del segundo nivel, con un jacuzzi y una vista insuperable, es el lugar predilecto de sus propietarios.

Cuatro meses después de haber pisado aquel espacio por primera vez, Andrés Aybar se dio cuenta que había logrado su cometido: darle un giro de 360 grados a este apartamento emplazado en Las Terrenas, implementando “un estilo isleño-contemporáneo, como sinónimo de archipiélago, de criollismo y de Caribe”. Asimismo, para aquellas mismas fechas, la unidad familiar que hoy lo habita también descubrió que éste no sólo se convertiría en su segundo hogar, sino en un paraíso particular de cara al Atlántico…