Se acerca rápidamente la era de los cerebros cibernéticos
La computación y la neurociencia se están uniendo rápidamente — una convergencia que queda vívidamente ilustrada mediante el primer uso de un algoritmo de cómputo para procesar las señales eléctricas en el cerebro humano, lo cual fue divulgado esta semana. El implante desarrollado en la University of Southern California ayuda a un cerebro dañado a codificar las memorias y ofrece la esperanza de desaparecer la amnesia extrema, ya sea causada por accidente o por enfermedad.
Avances recientes están llevando la neurotecnología a entornos que hubieran parecido ciencia ficción hace una o dos décadas. Por ejemplo, las personas paralíticas pueden operar brazos robóticos e incluso mover sus propias extremidades cuando se canalizan sus pensamientos a través de implantes electrónicos. Los super escáneres están comenzando a desbloquear las mentes de algunos pacientes quienes se pensaban estaban en estado vegetativo permanente. Y los experimentos con animales de laboratorio, libres de las restricciones éticas que se aplican a los sujetos humanos, dan una idea de las posibilidades futuras, como reescribir las memorias para eliminar las malas experiencias y reforzar las buenas.
Aparte de expresar total admiración por la velocidad del progreso de la bioelectrónica, ¿cómo debería responder la sociedad? El uso de la tecnología de la información para manipular las memorias y los pensamientos humanos plantea claras cuestiones éticas y morales, pero primero debemos agradecer los beneficios médicos prometidos. Si las pruebas clínicas confirman que la prótesis de USC puede restaurar la memoria en pacientes relativamente jóvenes con accidentes o derrames cerebrales, codificando sus señales cerebrales para que eviten la región dañada del cerebro, eso sería un adelanto fantástico.
Investigadores han mencionado también que la tecnología puede ser aplicada posiblemente en el tratamiento del Alzheimer. Es probable que restaurar la memoria mediante un implante en pacientes con Alzheimer, quienes sufren de extensa neurodegeneración, sea más técnicamente difícil que reorientar las señales neurales para que eviten una lesión localizada causada por accidente o derrame cerebral.
Incluso si esto se hace posible, hay cuestiones preocupantes acerca de los recursos que se deben dedicar a usar neuroimplantes para tratar enfermedades progresivas en los ancianos — y más generalmente acerca de quiénes deben recibir terapia bioelectrónica.
Más allá de la asignación de recursos y la selección de pacientes, hay cuestiones más amplias acerca de la identidad humana a medida que los implantes computarizados entran en nuestras mentes y cuerpos. Aunque es poco probable que los híbridos máquina-humano que llevan el nombre de “cyborg” aparezcan en el mundo real aún por mucho tiempo — incluso si la investigación continúa acelerándose y el costo de la tecnología comienza a disminuir — no es demasiado temprano para pensar acerca de las implicaciones de las mejoras electrónicas tanto de los enfermos como de aquellos que están saludables.
Algunas de las cuestiones son similares a aquellas que la gente se ha estado preguntando durante algún tiempo acerca de las futuras mejoras genéticas. Por ejemplo, hay cuestiones de equidad si solamente unos pocos privilegiados pueden darse el lujo de implantarse una memoria electrónica y un amplificador del rendimiento mental — a precios fuera del alcance de la mayoría. Y la computarización humana planteará varios problemas por sí misma — sobre todo la seguridad y la privacidad. Tarde o temprano tendremos que enfrentar la amenaza del pirateo malicioso de las memorias personales.
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